LAS MENTIRAS MENOS PELIGROSAS

Fere libenter homines, id quod volunt, credunt

(La gente cree de buena gana lo que quiere).

Iniciaron ayer sus campañas José Antonio Meade Kuribreña y Andrés Manuel López Obrador. El viernes, en el primer minuto, lo hicieron Ricardo Anaya y Margarita Zavala. Uno de ellos, irremediablemente, sucederá a Enrique Peña Nieto en la presidencia de la República el 1 de diciembre. ¿Quién será?

A lo largo de los próximos 90 días, los cuatro bombardearán a los ciudadanos con discursos, promesas, compromisos y ofertas de construir un México mejor, más justo, con salud, educación, trabajos y seguridad para todos. Ninguno de los cuatros candidatos escatimará saliva para decir a los mexicanos que su proyecto de gobierno es el que pondrá a nuestro país en el carril de alta de la autopista del desarrollo y a la población en una condición de vida igual o superior a la que tienen los suecos, noruegos o japoneses.

Sin embargo, los mexicanos ya aprendieron a oír sin escuchar a sus políticos. En los mítines y reuniones aplaudirán, gritarán consignas aprendidas con antelación, levantarán banderolas y acosarán a los candidatos para tomarse selfies, abrazarlos y levantarles la mano. Empero no se tragarán la píldora que les doren.

El rey de los embustes, sin duda, es Andrés Manuel López Obrador. Entre muchas cosas ofreció cancelar la reforma educativa, el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, los contratos de Pemex y, hace días, terminar la existencia de la residencia oficial de Los Pinos.

Prometió El Peje que esa casa, construida por Lázaro Cárdenas, sería museo, parque familiar y lo que la gente quisiera.

Nada de eso puede hacer sólo López Obrador. Es un mentiroso, encantador de serpientes.

Y Ricardo Anaya no se queda atrás. La mentira más sangrienta es que establecerá un salario mínimo universal para los 120 millones de mexicanos.

Conocedor profundo de los problemas económicos, sociales y políticos de México, de lo que se puede y de los que no se puede hacer, José Antonio Meade también tiene en su haber medias verdades y medias mentiras. Su responsabilidad con México, con la historia, no le permiten ser un Pinocho. Ni ofrecer el paraíso inalcanzable en 50 años.

¿Quién ganará la presidencia de la República?

Los electores saben oír sin escuchar discursos políticos. Y saben distinguir quien, con las mentiras menos peligrosas, es el presidente con el que a México le irá mejor.

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