La concepción de centro histórico es muy reciente y surge en la década de los años 1960. Ya existía una noción y conciencia del monumento aislado, relacionada a los altos valores de determinadas edificaciones representativas, que destacaban dentro del paisaje urbano, expresados estos intereses en la Carta de Atenas de 1931, donde se plantea que el uso de los monumentos debe garantizar la continuidad de su existencia, planteándose acciones de restauración que no lesionen los estilos de ningún período.
A partir de la crisis generada en los sectores del centro de las ciudades, surge relativamente reciente, el concepto de centro histórico, cuando se vieron amenazados tras la reconstrucción de la posguerra en Europa o por políticas urbanas desarrollistas, aplicadas en el viejo continente y también en América Latina, posteriormente. La acción de protección patrimonial ha cursado de una visión del monumento aislado a una comprensión del valor del conjunto urbano, en las iniciales décadas con una visión de patrocinio y a partir de los noventas, entendiendo la dimensión económica de la recuperación de los centros históricos.
Se acepta el empleo de nuevos materiales pero se recomienda que sean disimulados, a manera de no alterar el carácter del edificio. Algo se enuncia sobre el respeto que los nuevos edificios deberán tener hacia la fisonomía de la ciudad conservada y sobre todo en la cercanía de los monumentos y a la necesidad de preservar ciertas perspectivas particularmente pintorescas. Paralelamente en 1933, se redacta otra Carta de Atenas, promovida por el CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna), donde se ponen de manifiesto los postulados del Movimiento Moderno, que fundamentados en el caos de la ciudad industrial y posindustrial, plantean un nuevo modelo de ciudad, basado en la zonificación de cuatro funciones que consideraron básicas: habitar, trabajar, recrearse y circular. Bajo estos conceptos, la nueva ciudad que proponen resultaba diametralmente opuesta a la ciudad tradicional, entendida como insalubre, caótica e inviable para la circulación de los nuevos vehículos, planteándose la demolición de estos sectores a favor de la creación de espacios verdes y de un orden segregado más ordenado.
Constan algunos antecedentes del desarrollo de la noción de centro histórico en Europa, pues ya en el Congreso Internacional de Vivienda y Urbanismo celebrado en Santiago de Compostela en 1961, fue tema central el problema de los conjuntos históricos. Pero se puede afirmar que la preocupación por la preservación del conjunto urbano se expresa por primera vez en un documento de impacto internacional cuando se redacta la Carta de Venecia de 1964, donde se planteó la noción de patrimonio histórico asociada al sitio urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa o de un acontecimiento histórico, comprendiendo no sólo las grandes creaciones, sino también las obras modestas que han obtenido con el tiempo trascendencia cultural.
Asimismo se reconoció que muchas ciudades latinoamericanas habían sufrido actos de vandalismo urbanístico, con la consecuente pérdida patrimonial, en nombre de un mal entendido progreso urbano. Así mismo se expuso que: La necesidad de conciliar las exigencias del progreso urbano con la salvaguarda de los valores ambientales, es ya hoy día una norma inviolable en la formulación de los planes reguladores a nivel local como nacional. En este sentido todo plan de ordenación deberá realizarse en forma que permita integrar al conjunto urbanístico de los centros o complejos históricos de interés ambiental (Normas de Quito, 1967).
Conceptualmente el centro histórico tiene un doble significado relacionado a lo espacial y a lo temporal. Tiene carácter de centralidad con respecto a la ciudad, no siempre desde el punto de vista físico pero sí desde la óptica funcional, además de haber sido escenario de hechos históricos relevantes acumulados a lo largo del tiempo. Durante siglos, el centro histórico albergó prácticamente todas las funciones que caracterizan a una ciudad, en una racional mixtura de usos resueltos a través de tipologías arquitectónicas y urbanas específicas, expresadas bajo patrones estilísticos diferentes, que respondieran a la diversidad y dimensión de las necesidades citadinas. Otro concepto manejado del nacimiento de los centros históricos como objeto de estudio está relacionado con la propia crisis que los empieza a caracterizar. Según Fernando Carrión: Históricamente este hecho (el reconocimiento del centro histórico en su especificidad en el marco urbano de la ciudad) se produce con la aceleración del proceso de urbanización, en un contexto de modernización de la sociedad, impulsado por el proceso de industrialización.
Por lo que es urgente aplicar un PLAN EMERGENTE PARA EL CENTRO HISTORICO DE ZACATECAS. Cuyos principales puntos proponemos:
1.-Permimitir, que en el Centro Histórico (C.H.) circulen únicamente camiones urbanos para 16 pasajeros, por el enorme peso de los actuales.
2.-impermeabilizar las azoteas de todos los edificios, públicos y particulares del C.H.
3.-Realizar los diferentes festivales en las instalaciones de la feria.
Por supuesto continuar con la conservación de edificios y monumentos coloniales, esta lista desde luego se va a ir incrementando con las diferentes aportaciones de los Ciudadanos.