Hace un par de semanas comenté los valores perdidos en nuestra sociedad; pérdida manifestada en los diversos actos de rapiña y asaltos, posteriores al reciente temblor del pasado septiembre.
No abundaré en ello, pero me parece curioso que un medio de comunicación muy importante como lo es la televisión, debería ser uno de los conductos para ayudar a las familias de la sociedad a inculcar los valores básicos para la sana convivencia, labor que debe empezar por los hogares, en la edad temprana de nuestros niños.
Cuando se enciende el televisor ya sea en la televisión abierta o en la de paga, que para el caso es lo mismo, se encuentran programas que enaltecen al crimen organizado y sus prácticas con relación a las drogas, a la prostitución, a la trata, al robo, al asalto, es decir, al crimen en general.
Evidentemente se salvan de esta generalidad, el Canal 11 del IPN, o el Canal 22, o el Canal de la UNAM, así como los canales culturales en algunos Estados de la República.
Dirán algunos que como hay “libertad de expresión”, no se puede evitar la transmisión de estos temas. Por la tv abierta pueden verse programas como La Rosa de Guadalupe, Como Dice el Dicho, Lo que Callamos las Mujeres, o las telenovelas del horario estelar y otros más, que en horario vespertino son clasificados “A” o “B” y que llegan hasta los hogares con el pretexto de que “son para enseñar a protegerse a la juventud” ¡Pamplinas!
En la televisión de paga, la cosa resulta peor, pues como es “de paga”, no hay restricción en los temas: sexo, drogas, adulterio, muerte; nuevamente crimen en general. Se ven las series relacionadas con los capos nacionales y extranjeros, Una verdadera apología del delito.
¿Cómo se puede educar a la niñez en un valor de amor, honestidad, decencia, respeto a los demás, y principalmente a sus vidas? Seguramente no faltará quien nos remita a la Ley de Comunicaciones o a la misma Constitución. Sin embargo, los que han dictado esas leyes, ¿no tendrán hijos que aprendan en esa escuela
del crimen? ¿Será que como tienen un gran poder económico pueden enviarlos a estudiar al extranjero, creyendo que escaparán a tan malas enseñanzas?
Seguramente también no faltará quien nos tache de puritanos, pero no se trata de eso, sino de salvar a nuestra niñez, de hacerlos gente de bien y elementos positivos para la sociedad.
Finalmente, no por mis hijos, sino por mis nietos, me avergüenza que no estemos haciendo lo debido para evitarlo. ¿Queremos que cuando crezcan sean gobernadores o políticos corruptos? ¿Quieren verlos tras las rejas? ¿Deseamos que se conviertan en chapos, beltranes, señores de los cielos?
¿Será que está la sociedad tan podrida que sea imposible una limpia? No lo sé, pero me pregunto: ¿Quién será el que le ponga el cascabel al gato?