Para los que nacimos y crecimos en los años de gobierno de Tata Cárdenas, no sólo nos formaron, sino que nos deformaron. Los niños son los más débiles y susceptibles de ser influenciados ya sea positiva o negativamente.
¿Y por qué lo digo? El régimen cardenista de izquierda nos marcó con su expropiación petrolera, el derecho a huelga, el ejido, y otras acciones más, que sentaron bases sociales que posteriormente fueron debilitadas por los regímenes que le siguieron, particularmente por el de Miguel Alemán Valdés.
La creación del Instituto Politécnico Nacional cuyo lema “La Técnica al Servicio de la Patria”, creó ingenieros y otros profesionistas, con la mentalidad de servir a la patria y no servirse de ella; de un respeto a las instituciones, como la presidencial y la Constitución y de “las leyes que de ella emanan”.
Pero esa mentalidad y esa Generación, han sido desplazados por individuos que sin ningún respeto hacen y deshacen a su antojo, violando la ley. Lo más triste es que si en años anteriores nadie se enfrentaba a ellos, en la actualidad mucho menos y no sólo los aplaudimos, sino los elegimos.
No hay que ir muy lejos para constatarlo; una “consulta” fuera de la ley, sin ningún sustento legal, sin un árbitro oficial, que no se contempla en la Constitución; totalmente amañada y con “mesas para votar” a modo, sólo 538 municipios; número de casillas totalmente desequilibradas con mayor representación en las entidades del sureste y una mínima en el centro-norte, incluida la Ciudad de México, por cierto, la más afectada e interesada.
¿Y qué? “¡al diablo con las instituciones!” ¿Y los empresarios? Temblando de miedo. ¿¿Y nuestro peso? Desplomándose. Pero eso no importa. Quien aún no tiene el poder, lo ejerce como si lo tuviera; a ver: ¿quién se lo impide?
Y seguimos: miles de inmigrantes centroamericanos pasando por nuestro territorio en busca del “sueño americano”. Es cierto, México debe apoyarlos y protegerlos, tienen ese derecho, pero no dejan de ser ilusos. ¿Cuántos en la caravana? ¿mil, dos mil, cuatro mil? ¡No importa!, “yo les voy a dar visas de trabajo a todos”. Decían en el pasado las personas que acostumbraban emplear refranes en sus pláticas: “¿con qué ojos, divino tuerto?”
Me lamento, no por lo que conmigo pueda suceder, sino por mis descendientes que sufrirán las consecuencias de lo que deja la Generación anterior a ellos. Espero equivocarme por el bien de mi terruño, pero como están las cosas, “En la tierra de los ciegos, el tuerto es rey”
¿Quién será el que le ponga el cascabel al gato?