Gabrielle Reto. Fotos: Hiram Suárez.
Pa’ quién no lo sepa, el Pa’l Norte es un festival de música con duración de dos días y que tiene lugar en el Parque Fundidora, Ciudad de Monterrey, estado de Nuevo León, en el que se dan cita grupos de varios géneros, pero la mayoría de los escenarios son ocupados por bandas de rock.
Ahí les va el cuento del viernes 22…
Después de más de una hora para lograr entrar al parque, lamentarnos por lo guango del cartel y hacernos de las chelas y mi reglamentario ron, nos dirigimos a ver a The Wookies. Las máscaras que usan están buenísimas, y es lo único que tengo que decir. Finiquitamos la primera decepción y nos movimos al escenario de a lado, en el que Ximena Sariñana despejó todas las dudas que teníamos sobre su carrera musical, y coincidimos en que debería darle prioridad a la actuación, pues su presentación no solo fue una decepción, sino un martirio que se resume en letras muy pobres, gritos medio afinados y arreglos sosos. Sorry Xime.
Cabizbajos y con los oídos llorosos, regresamos al otro escenario a ver a Titán. Debo confesar que desde la primera canción se generó en mi ser un gran respeto por Jay de la Cueva y sus talentos como músico, mismos que se empeña en ocultar con los batideros que hace en Moderato. Titán es una agrupación de tres integrantes que interpretan música electrónica como Dios manda. Sin deshacerse de la guitarra, el bajo y la batería, incorporan la participación de los teclados y las mezclas de forma impecable, en veces con mucho punch, en veces con mucha armonía. La lana de mi boleto empezaba a tener réditos.
Snow Patrol siguió en otro escenario. Imaginen que tocaron con las ganas de un oso panda que intenta levantarse después de tragarse un árbol entero de bambú. Y como si la “pachorra” no fuera suficiente, mientras tocaban “Run”, el vocalista hizo un revoltijo con la guitarra en uno de los puentes, y su reacción fue reírse como si la hubiera regado en un ensayo de chochera; no dudo que se hubiera fumado hasta el pasto antes de subirse al escenario.
Si esto fuera un documental, la cámara panearía lentamente desde mi cara de decepción hasta la representación gráfica de mi corazón roto, mismo que se hizo pedazos con el bloque de Rock Sinfónico encabezado por Sabo Romo, bajista de Caifanes.
Querido Sabo, no la amueles, si vas a hacer un escándalo con los instrumentos de rock, ¿para qué llevas a la sinfónica? Con decirles que nos teníamos que tapar los oídos para poder distinguir los violines y los chelos de entre todo el caos de sonidos. Qué pena que por estar escuchando al Avulón decir cuatrocientas pavadas, no logramos percibir la calidad del coro, pero sí hubo que soplarse los berridos de María Barracuda tratando de cantar Bolero Falaz (al menos la Xime gritaba afinado). Cecilia Toussent por otro lado, cantó Kumbala con una voz maravillosa, que ya quisieran muchas chavitas (como la Xime, y María también, aunque no esté tan chavita); Kumbala quedó muy bien. Los cuarentones nos emocionamos de ver a La Lupita, a José Fors y a Piro compartir escenario, no sin haber caído en cuenta que ya no nos cocemos al primer hervor. Pero la experiencia con la música y el sonido fue como tener prendida la licuadora por dos horas.
Los Tacubos en el escenario principal aliviaron mi dolor del alma, siguen siendo una bandota. Son músicos excepcionales, y sus canciones están construidas como cuando se construye el kiosko del pueblo de tus amores, con mosaico de talavera y la herrería pintada a mano. Rubén Albarrán interpreta y canta como si no hubiera transcurrido el tiempo, y me parece que es una buena persona, como diríaEhse Mero, “se nota que ama lo que hace”. No tocaron Ingrata, pero como era cumpleaños de Meme (eltecladista), cantamos todos Las Mañanitas al unísono. Todos los que seguíamos sobrios estábamos muy contentos de haber estado en esta participación, espero que los que ya estaban hasta la pared de en frente de borrachos se acuerden, aunque sea de Las Mañanitas.
No me siento capaz de emitir una opinión juiciosa acerca de la participación de los Arctic Monkeys, porque el sonido que llevaban se escuchaba fatal, y la ecualización no nos permitía ni distinguir las rolas. Decepcionados, cansados, pero con la suficiente cantidad de morbo en nuestro ser, nos cambiamos de escenario para ver una banda que presumía de harta peculiaridad, y que resultó ser la joya de la coronadel viernes del Pa’l Norte.
La recomendación musical de este jueves luego entonces es para Tokio Ska Paradise Orchestra. ¿Se pueden imaginar a 10 japoneses armados de instrumentos de viento en su mayoría, tocando SKA? Nosotros lo vimos, lo presenciamos y lo disfrutamos enormemente. Prendieron a las aproximadamente 5,000 personas que estábamos reunidas en su escenario (público breve pero conocedor), como en cualquier concierto de Panteón Rococó o el Gran Silencio. La música, estupendamente orquestada, con arreglos muy prendidos pero impecables. Aunque ustedes no lo crean, este tesoro musical lleva tocando desde hace 21 años, y más vale tarde que nunca, ahora forman parte de mi biblioteca musical. Entren a Youtube® o a su app de música preferida y echen un oído.
Hasta aquí mi reporte queridos LVSQuienes, no se pierdan el próximo jueves la segunda parte de la cobertura por Ehse Mero, a quién le tocó reseñar el sábado 23 y resultó ser la cereza del pastel.
Recuerden que somos El Music Squad… Unidos por un Mundo sin Reggaetón (y aunque sí hubo, le aplicamos la del desdén).
Para cualquier duda, aclaración, saludo o reclamo, sería fabuloso que me contactes en mi página. www.lavidasegunquien.com, soy Gabrielle Reto.
¡Date Vuelo!