Ícono del sitio

‘Last Night in Soho’, de Edgar Wright: el terror de la nostalgia

Por Adolfo Nuñez J.

 

En el cine siempre se vuelve a los mismos lugares. Cualquier idea que un director o guionista propone dentro de una nueva producción de alguna manera se relaciona con otra que ya fue establecida mucho tiempo antes. No es que las ideas originales ya no existan, sino que las nuevas producciones siempre van a encontrar inspiración en aquellas historias que se contaron en el pasado.

Existen cineastas que tienen una plena consciencia de esto, y que buscan destacar esa influencia de obras anteriores dentro de sus trabajos actuales, tanto en el estilo como en la narrativa. Directores como Quentin Tarantino, que siempre muestra su particular interés hacia los spaghetti westerns, o el caso de Wes Anderson y su profundo amor por la nouvelle vague, la nueva ola de cine francés.

Junto a los ya mencionados, destaca en la actualidad el trabajo del director británico Edgar Wright, responsable de películas como Shaun of the Dead (2004), Hot Fuzz (2007), The World ‘s End (2013) y Baby Driver (2017). El estilo de Wright sobresale por el modo en el que utiliza los elementos clásicos del cine de género, a menudo con un tono humorístico e irreverente. Asimismo, las películas del británico suelen contar con un montaje virtuoso y de aspecto técnico impecable. 

Todos estos elementos se encuentran presentes en Last Night in Soho (2021), la producción más reciente de Wright, donde efectúa un acercamiento más directo al género de terror. La diferencia sustancial con relación a su obra previa radica en el tono y las intenciones de este nuevo relato.

La película inicia en la actualidad y narra la historia de Eloise, mejor conocida como Ellie (Thomasin McKenzie), una tímida joven que deja atrás su pueblo natal y se dirige a Londres, donde espera convertirse en una exitosa diseñadora de moda. Ellie idealiza la ropa y la música de los míticos años 60, y de cierta manera busca representar su amor por dicha época en sus diseños. 

Una noche, Ellie descubre que tiene la habilidad inexplicable de viajar hacia el pasado, a la década que tanta fascinación le produce. En este Soho de los 60 se le presenta a Sandy (Anya Taylor-Joy), una aspirante a cantante que busca obtener el éxito sin importar lo que cueste. 

Sin quedarle demasiado claro si lo que está viendo se trata de un sueño, una alucinación o la realidad, Ellie viaja a través del tiempo todas las noches, y con el correr de los días se va volviendo más segura de sí misma en la escuela de moda a la que asiste. Pero lo que en un inicio se presenta como una divertida y fascinante experiencia, poco a poco se descubrirá como parte de un oscuro secreto, que se relaciona con un crimen cuya violencia, sin importar la época, nunca cambia. 

La película va oscilando entre presente y pasado, hasta que ambas temporalidades se funden como parte de un todo. En medio de este juego narrativo, Wright utiliza recursos propios del cine giallo, así como tintes de terror gótico. Abrazando estos elementos, el filme apuesta por una historia centrada en los fantasmas que muestran el verdadero rostro del pasado. 

De manera un tanto autorreferencial, el director reflexiona sobre las épocas doradas, que se suelen mirar en la actualidad con cierta nostalgia, pero en ocasiones omitiendo esa violencia dolorosa que siempre ha estado presente y que nadie quiere recordar. Con apoyo de la guionista Krysty Wirson-Cairns, Wright profundiza en temáticas como el abuso, la violencia de género y la salud mental, entre otros.  

La película no es perfecta, tiene decisiones cuestionables en la ejecución del tercer acto, en sus giros de tuerca y en la ambigüedad de su premisa. Con todo, se trata de un proyecto estimulante y entretenido de un director que se mantiene interesante. Es así que, Last Night in Soho, como un juego de espejos, refleja los monstruos del pasado en el ahora, propuesta que en los tiempos que se viven actualmente resuena de manera particular y notoria.

Salir de la versión móvil