rimera de dos partes
A tan sólo unos días de cumplir 73 años de edad (27 de enero 1950), de una exitosa y productiva vida dedicada en cuerpo y alma al sacerdocio, el Obispo de la Diócesis de Texcoco, Juan Manuel Mancilla Sánchez, en esta primera parte de la entrevista exclusiva que concedió a ÍNDICE POLÍTICO, sumamente preocupado y hasta afligido por el acontecer nacional, pero respetuoso de la responsabilidad de las autoridades, en los tres niveles de gobierno, municipal, estatal y federal, hace un enérgico llamado: “Ya basta a la ola de violencia en el país, autoridades, por favor, hagan su tarea… ¡No le dejen todo a Dios!!
Arropado en el seno de una familia de condición muy humilde, formada por el matrimonio Juan Mancilla y Jovita Sánchez, en el municipio de Santo Domingo, San Luis Potosí. Desde muy niño, Juan Manuel Mancilla, hoy Obispo de Texcoco, expresó su deseo por ingresar al seminario, demostrando a tan corta edad, su vocación religiosa, quería dedicarse de lleno sacerdocio, pues en sus ratos libres, se ocupaba como monaguillo en la parroquia de San José de su natal Santo Domingo. Esa inquietud de ingresar al seminario, logró que su papá, don Juan, fuera hablar con el párroco de su pueblo, el padre Roberto Sandoval, quien se sorprende ante la insistencia del pequeño y deciden llevarlo al seminario para que se convenciera que no lo iban aceptar porque era muy pequeño de edad. Además, los cursos de los seminaristas ya estaban muy avanzados. Pero reza el refrán que: “El que persevera alcanza”, cuando lo reciben en el seminario, le aplican un breve examen y se sorprenden por los excelentes resultados obtenidos, autorizando su ingreso a la edad de 12 años.
El también ex Rector del Seminario Mayor y Canciller Secretario del Gobierno Eclesiástico Mexicano, lamenta: “Tristemente, México se ha convertido en una moderna Sodoma y Gomorra, en donde no se respeta absolutamente nada y el hombre, afanosamente, busca su propio infierno”. Al cuestionarle su opinión acerca de las denuncias de abusos sexuales registrados en seminarios, afirmó: “Durante mi estancia como seminarista, jamás sufrí abusos sexuales ni tampoco insinuaciones, tal y como sucede ahora con este tipo de escándalos que dañan la imagen del sacerdocio y de la propia Iglesia Católica”
Querido, respetado y admirado no solamente por la comunidad perteneciente a la Diócesis de Texcoco, sino por la sociedad en general, al verlo caminar por la calle, la gente acude a saludarlo con enorme afecto y muestras de cariño. Y vaya que se ha ganado ese respeto y admiración de los texcocanos, pues se ha encargado de realizar una noble labor entre los más necesitados. Contando con el apoyo de comerciantes y locatarios del mercado municipal de Texcoco, diariamente, preparan poco más de 250 porciones de alimentos -desayunos y comidas-, para personas en condición de calle. Asimismo, les provee de ropa y medicamentos. Pero lo más curioso de todo, los pone a leer y que realicen actividades en beneficio propio y de los demás, tales como levantar basura de las calles y cuidar de las mascotas abandonadas. Además, Logró convencer a los propietarios de baños públicos, para que les permitan que se bañan y puedan asearse para evitar enfermedades. ¡Que noble labor!!
Sencillo en su trato y vestir. Amable y educado, un hombre que inspira confianza, me recibe en su pequeña oficina, en el primer piso de un hermoso inmueble del tipo colonial que alberga a la Diócesis Católica de Texcoco, a un costado de la Catedral de Texcoco que data del Siglo XV, construida por los franciscanos, dedicada al culto de la Inmaculada Concepción de María, en donde se respira un ambiente de absoluta tranquilidad.
El Obispo Juan Manuel Mancilla detesta los formalismos. Dueño de una memoria privilegiada y cultura envidiable. Cauto y respetuoso en cada una de sus respuestas, a quien le emociona sobre manera hablar sobre su infancia y esa bella etapa vivida en su natal San Luis Potosí.
-Señor Obispo, le agradezco mucho el honor que me reciba en esta entrevista ¿Cómo le va en la vida y cómo le hace para conservar esa sencilles y humildad?
-Soy una persona infinitamente feliz, gracias al Padre Dios y con Cristo, su hijo. Ése es el secreto de mi corazón. ¿De cómo me va en la vida?, tal y como me lo pregunta. Dios nos mandó a su hijo para compartirnos el esplendor de la vida. Jesucristo nos trajo el banquete de la vida, del amor, de la salud, de la armonía y de la felicidad. Juan Manuel Mancilla ha tenido el privilegio de recibir ese “don”, para creer en Jesucristo. Como simple ser humano, y ahora como Obispo, amo a Jesucristo. Cristo es mi señor.
-¿Vivillo desde chiquillo, porqué a los cinco años de edad, ya sabía perfectamente que deseaba llegar a ser sacerdote?
-Don Edmundo… ¡permítame que le corrija la página!! Yo, he sido siempre una persona normal. Vamos, un niño tonto y hasta atarantado, que, desde esa etapa, tuvo el privilegio de recibir el amor de Dios. Por lo tanto, también y por qué no decirlo, he recibido mucha sabiduría de Jesucristo, de su Iglesia. Eso, es lo que me ha permitido caminar por la vida.
-¿Por qué sacerdote?
-Mire usted, de hecho, ingresé al seminario a los doce años de edad. Esa misma pregunta me la han formulado infinidad de personas, quienes coinciden al decirme que no sabía lo que hacía…
-¿Y qué les dice usted al respecto?
-Que es totalmente cierto. Era un niño que no sabía lo que hacía, pero que era guiado por la mano de Dios.
-¿A lo mero macho, cuando ingresa al seminario, no estaba consciente de ello?
-Pues no, la verdad es que no. Era un simple niño de doce años que no sabía lo que estaba haciendo, pero Dios, sí sabía lo que estaba haciendo conmigo.
-Cuénteme ¿Qué recuerdos guarda de infancia en su natal Santo Domingo, San Luis `Potosí? ¿A qué jugaba y cuál era su juguete favorito?
-Un tanto sorprendido por la pregunta, reflexiona unos segundos. Toma aire con nariz y boca. Se acomoda en el sillón de madera en el que está sentado, en el interior de su pequeña y austera oficina, ubicada en el primer piso de un precioso inmueble tipo colonial, a un costado de la Catedral de Texcoco- “Mire usted, lo que le voy a responder, seguramente, nadie me va a entender, si le cuento que en mi etapa de la niñez, me entretenía jugando a los encantados. Era requete bueno para las canicas, así como para el yo-yo. Y cómo no acordarme del balero de madera.
-¿De verdad, era re bueno para las canicas, como me dice?
-Sí la verdad es que no era re bueno, sino buenísimo. Me hice de muchas ágatas de cristal y colores muy llamativos, ja,ja,ja. Si que era bueno, ya no me cabían las canicas en las pequeñas bolsas de mis pantalones cortos. Mis amigos se enojaban conmigo porque siempre les ganaba.
-¿Cómo era la vida allá por los años 50´s, en San Luis Potosí?
-Maravillosamente tranquila y llena de emociones. Aprendí andar montado en burros…
-¿Lo llegaron a tirar?
-¡Uyy, muchísimas veces!!, pero no lloraba, solamente me levantaba todo lleno de tierra y lodo y de nuevo me volvía trepar. No me daba por vencido. También aprendí a cabalgar en caballo y también me dedicaba a cuidar vacas.
-Woow, una vida de niño en el campo…
-La vida en provincia era increíble, fabulosa y hasta fantástica. Desde los cinco años me enseñaron a ser ayudante en las actividades del campo, claro, con mis limitaciones, pero para mí, fue de gran experiencia porque era la única manera de salir adelante ante las enormes limitaciones económicas y de pobreza que afrontaba mi familia.
-¿Es delito ser pobre?
-¡Claro que no!! Por los que realizaba, me daban unas cuantas monedas que entregaba a mis papás. -Intempestivamente, la voz del Obispo se le quiebra. Se le hace un nudo en la garganta que le impide continuar con su relato. Sus ojos se tornan rojizos y un par de lágrimas afloran en sus mejillas, de manera discreta, las limpia. Bebe un poco de agua de una pequeña botella de plástico- “¿Quién es usted, que viene a reabrir recuerdos que tengo guardados en lo más profundo de mi corazón?
-¿Le incomoda?
-No, para nada. Al contrario, no sabe cómo se lo agradezco porque no es nada común que en una entrevista de prensa, me pregunten cosas tan personales, y aún más, referentes a mi época infantil.
-¿Desea que cambie con el tenor o el rumbo de la entrevista?
-¡Noo!!, yo no expresé tal cosa. Simple y sencillamente que es usted muy hábil para meterse hasta la cocina y traer a colación cosas que uno guarda celosamente entre las fibras más sensibles del corazón.
-¿Y qué más hacía en el campo?
-Me acuerdo que mandaron hacer unos pequeños barriles para que yo pudiera acarrear agua de un rio y de un pozo para mi casa. Asimismo, aprendí a ordeñar vacas y transportar la leche en unos botes de lámina, especialmente diseñados para que pudiera cargarlos, caminando diariamente seis kilómetros en terracería.
-¿A qué hora lo levantaban?
-A las 4 de la mañana…
-¿Al que madruga, Dios lo ayuda?
-¡Indudablemente!! Me levantaban a esa hora para ayudar en la ordeña de las vacas, llenar los botes y caminar seis kilómetros para entregarla, luego, regresaba a mi casa, me bañaba y me daban de desayunar para irme a la escuela. Era una fantástica vida en el campo…
-Estoy seguro que doña Jovita, su mamá….
-…Sin permitirme la oportunidad de concluir la pregunta, exclama- “¡Que bendición que pronuncie usted el nombre de mi santa madre, doña Jovita. Dios lo bendiga me está haciendo sentir algo especial, como si ya lo conociera de tiempo a usted.
-Doña Jovita, una abnegada madre por sus hijos y el cuidado del hogar…
-Sí, una mujer extraordinaria que emanaba amor.
-¿Y don Juan, su papá, cómo trataba al inquieto Juan Manuel?
-Siempre me trató con un enorme respeto. Siempre tuve en mi mente, una imagen de él muy grande.
-¿Era su ídolo?
-Yo no sabía lo que era un ídolo. Me impresionaba verlo cómo montaba caballo y me enseñó a perderle el miedo a los caballos. También me enseñó a lazar becerros y potrillos. Admiraba infinitamente. Más que mi papá, para mí, era ese amigo que estaba a mi lado. Un hombre muy echado para adelante. Muy fuerte y corpulento.
-¿Qué es lo que más le impresionaba de él?
-Jamás lo vi que sintiera miedo de algo. Me iba con él, a caballo, a los pueblos cercanos para asistir a las reuniones de los comisariados ejidales y rurales, a veces, regresaba a la una o dos de la mañana, cansado pero no acabado.
-¿Qué le decía su mamá al respecto?
Yo solamente observaba que, mi mamá, infinidad de veces, le decía que no regresara tan tarde porque era peligroso, y más a caballo. A lo que, en su rostro, yo me daba cuenta que mi papá transmitía una paz y tranquilidad.
-¿Cuántas veces lo vio arrodillarse?
-Solamente cuando estaba frente a una imagen de la Virgen de Guadalupe que teníamos en casa, en una pared de adobe y techo de madera. Dentro de mí, con palabras que no le puedo expresar por respeto a usted, dije que eso, era lo más importante.
-¿Quería decir que “a güevo”, su papá no se doblaba ante nada ni nadie?
-Ja, ja,ja,ja. ¡Conste que yo no lo dije!! En efecto, mi papá no se doblaba ante nada ni nadie. ¿Me permite que le cuente una anécdota familiar?
-Por supuesto, para los lectores de INDICE POLITICO, será una delicia saber más de usted…
-Bueno, resulta que una vez, un señor le robó uno de sus borreguitos y mi papá le aventó el caballo, lo que este sujeto le gritó: “Espérese don Juan, ¿Qué no ve usted que estoy cagando? A lo que mi papá le gritó: ¡Qué necesidades ni que nada!! ¡Levántate!!, total que al momento en que ese sujeto se levanta, sale corriendo el borreguito y la cola del borreguito lo había delatado. Así es que mi papá, no dudó ni un instante para que se lo devolviera. ¡Era un ratero!!
-¿Usted estaba ahí?
-Sí, yo era algo así como su fiel escudero. Ese tipo de detalles hicieron que me formara una gran imagen de mi papá, como un hombre valiente.
-¿Qué sintió usted cuando lo vio arrodillarse ante la Virgen de Guadalupe?
-Aunque yo estaba muy pequeño, me impresionaba sobremanera porque yo decía que, solamente se arrodillaba ante algo mucho más imponente de esa fuerza física que él demostraba tener. Ahí, fue cuando comprendí que la Virgen de Guadalupe era lo más grande y poderoso que existía. A mi papá, nadie lo había logrado doblar, solamente la Virgen de Guadalupe.
-¿De ahí nació su inclinación hacia el sacerdocio?
-No precisamente, sino que cuando tenía 9 años de edad, me trajo a la Basílica de Guadalupe, mucho antes que construyeran la nueva Villa de Guadalupe.
-¿Qué sintió usted estar ahí?
-Independientemente que era la primera vez que viajaba de San Luis Potosí a la Ciudad de México, lo que más me impactó, fue ver a mi papá entrar de rodillas, desde el atrio, hasta la imagen de la Virgen de Guadalupe -De nueva cuenta, el Obispo de Texcoco, denota su sensibilidad al estar narrando esos bellos recuerdos y sin poderlo ocultar, las lágrimas lo delatan- Don Edmundo, Dios lo bendiga por venir a platicar conmigo en esta entrevista de prensa, que, para mí, jamás olvidaré porque rompe con los protocolos de sus compañeros. Es totalmente diferente la forma que lleva de la mano al entrevistado. Me tiene impresionado.
-Muchas gracias, pero mejor platíquenos ¿Cuál fue el año de la primaria que más le gustó?
-Rascándose la frente con su mano izquierda, como tratando de ordenar las ideas responde: “Vamos a ver… ¿de la primaria?… Uff, los primeros años fueron un poco difíciles para mí, porque en ese tiempo, el estudio era bajo parámetros muy exigentes…
-¿Acostumbrado a que la letra con sangre entra?
-Tuve maestros mucho muy exigentes, pero jamás, me agredieron físicamente ni verbalmente, pero eso sí, exigían muchísimo. Eran demasiados serios y rígidos. Nos regañaban que hasta nos hacían llorar, pero a esa edad no lo entendíamos. Pero algo que se me quedó muy grabado entre tantas anécdotas que me encantaría contarle.
-Usted desempaque el baúl de los recuerdos, yo soy todo oídos…
-Fíjese don Edmundo, que mi mamá me daba un peso y un queso para que se lo llevara a mi maestro…
-…Entiendo lo del queso, que son tan sabrosos en San Luis Potosí…. ¿Pero el peso para qué?…
-Pues ahí le va. Yo era el único alumno de toda la escuela que honraba a mis maestros, ya fuera el Dia del Maestro, el día de su cumpleaños y el día de su Santo… El peso que me daba mi mamá, era para que el maestro me fuera haciendo una alcancía para el día que se me antojara algo en la escuela, y no tuviera dinero, él me lo pudiera facilitar.
-Bueno, amor con amor se paga…
-¡Indiscutiblemente!! Mi madre siempre me enseñó a honrar a las autoridades. Tiempo después, cuando ya me ordené como sacerdote. Tengo frescas sus palabras en mi mente, cuando me decía: “Tráeme algo del campo para regalárselo al presidente municipal, porque todos, nada más le reclamamos y le fastidiamos, pero nadie piensa en que él, también es una persona y un ser humano que se está alquilando para llevarle de comer a su familia, pero debido a esa enorme responsabilidad, trabaja mucho y tiene enormes presiones.
-¿Cómo era una Navidad y Año Nuevo en el hogar de la familia Mancilla Sánchez?
-Bueno don Edmundo, ¿de plano usted me quiere ver llorar durante toda la entrevista? Recuerde que ya soy una persona de edad avanzada y muy sentimental.
-¿Qué cosas organizaba esa maravillosa mujer, doña Jovita, para que ustedes y sus vecinos disfrutaran al máxima esas festividades?
-Gracias a Dios, usted lo acaba de decir a la perfección, tuve la dicha de contar con una mamá maravillosa, Doña Jovita. Mi casa estaba llena de gente. Pero, asimismo, a mis papás, siempre los invitaban para que fuéramos a cenar a otras casas y convivir con los vecinos. Mis papas fueron muy estimados y respetados en Santo Domingo, San Luis Potosí. Por cierto, a mi hermana Guadalupe, la mayor de todos, siempre la invitaban para que fuera la madrina del Niño Dios. Ahí nos tenía rezando el Santo Rosario. Nos encargábamos de organizar las posadas entre los vecinos.
-¡Ah!!… ¿Qué tiempos aquellos…?
-Era realmente fascinante y fue así como pude conocer a muchas pero muchas familias de aquel tiempo y de aquel San Luis Potosí que vivía en absoluta paz y tranquilidad. Era fabuloso disfrutar del nacimiento del Niño Dios, así como los cánticos de pedir posada, romper las piñatas, los aguinaldos.
-¿Una valiosa unión familiar que, desafortunadamente, ha desaparecido?
-Tiene usted toda la razón…
-¿Un México que se nos fue, y que también, se han perdido los valores?
-Aunque duela reconocerlo, pero sí.
-¿Un respeto irrestricto entre padres e hijos?
-Sin lugar a dudas. Había una sana distancia entre padres e hijos. Una bendita convivencia familiar sumamente estructurada y sólida. Yo diría que hasta satisfactoria. Recuerdo que los vecinos se cooperaban entre sí, para comprarnos un borreguito o determinada figurita del nacimiento, siempre acudían con mi mamá…
-¿Recordar es vivir?
-¡Caray!!, que gratos recuerdos!! Mi mamá era la encargada de candelarizar, entre los vecinos, ya fuera arrullar o levantar al Niño Dios. La etapa de diciembre y enero era convivir con diversas familias, que hoy en día, lamentablemente ha desaparecido. Hasta se me antojaron los tamales, los buñuelos y el atole o el ponche que preparaban.
-Aunque el niño Juan Manuel era obediente, ¿Qué travesuras hacia?
-Ja,ja,ja. Tampoco fui un santo ehhh… Ja, ja, ja. Hacia tantas travesuras que ya no me acuerdo.
-¡No le de pena!!, total, nadie es perfecto…
-Ahhh, que don Edmundo… ¡Vaya que deliciosa charla!!, nada más nos hace falta un buen café. Le repito, es la primera vez, en toda mi vida, que me hacen revivir esa bella etapa. Es más, ni cuando me ordené de sacerdote. Usted tiene algo de sicólogo o es un hombre iluminado que saber hacer un viaje a la conciencia de sus entrevistados, claro está, incluyéndome.
-¿Seguro que era el consentido de los abuelos? ¿Es por eso le da pena confesar? Mire lo que son las cosas, usted es quien confiesa a la gente y ahora es al revés…
-Por ello es que le dije que tiene algo de sicólogo, sabe zambullirse en las fibras más sensibles de su interlocutor. Mis abuelos se llamaban Manuel Mancilla y Juana Márquez. Otra vez le da al clavo. ¡Por supuesto que fui el consentido de mis abuelos!!, era el único nieto varón, entonces, mi abuelita Juana, todos los días, compraba el pan para la merienda, siendo un niño, se me hacia un pan delicioso…
-Es que el pan de pueblo tiene un sabor especial y recetas únicas…
-¿Usted también es de provincia?…
-Si señor Obispo, soy originario del Pueblo Mágico de Pátzcuaro Michoacán…
-Aunque no lo conozco, me han dicho que Pátzcuaro es un lugar bellísimo. Le contaba que cuando acompañaba a mi mamá a comprar el pan a una tiendita, yo llevaba un pequeño saquito de tela para guardar un pan que diario me llevaba a la escuela, ya fuera para mi o compartirlo con los demás niños… -Momentáneamente, se queda callado y se escucha el tintineo de las pequeñas campanas que hacen sonar las monjas de la Catedral de Texcoco, en señal de que van pasando justo, frente al pasillo adyacente a la oficina del Obispo Mancilla Sánchez, anunciando el recorrido del Santísimo. En punto de las doce del día, hora indicada para que el señor Obispo encabece una oración de gracias a la Virgen María- “Como le decía, yo escondía el pequeño saquito de tela para guardarme un pan y sin que mi mamá se diera cuenta y le daba un mordisco, volviéndolo a guardar” Era una de esas travesuras que le molestaba un poco a mi mamá, porque me estaba robando un pan… ¡Era un niño de seis años de edad!!
-¿Cómo lo castigaban?
-Me llamaba la atención con voz fuerte. Me regañaba severamente. Me dolían más sus palabras que los golpes que me hubiera aplicado. A decir verdad, nunca me pegaron.
-¿Ni un “chanclazo”?
-No, la verdad es que no. Nunca recibí ni un solo un golpe de mis padres. En mi casa jamás existió la violencia. Tampoco en la escuela, Mis maestros siguen representando para mí, como personas emblemáticas.
-¿Y en el seminario?
-¡Tampoco!! Mis formadores en el seminario…
-Con el respeto que me merece, me atrevo hacerle esta pregunta ¿Es verdad que los seminarios son refugio de homosexuales y drogadictos?
-Uff, ¡Esa, una pregunta muy fuerte!!, pero se la acepto porque sé la franqueza y la transparencia en sus palabras. Ahora que se habla de ese tipo de escándalos en los seminarios, cada quien es responsable de sus actos.
-¿Sufrió alguna agresión física o verbal durante su estancia en el seminario?
-Permanecí durante doce años en el seminario y jamás me percaté de que algún sacerdote abusara, sexualmente, de un joven seminarista. Nunca nos faltaron el respeto ni abusaron de nosotros. Mucho menos, fuimos victimas de insinuaciones. Es por ello, que, para mí, la Iglesia Católica es sagrada.
-Antes de entrar de lleno a su carrera dentro del sacerdocio ¿Qué programas de televisión veía o programas de radio escuchaba?
-En ese tiempo, no teníamos televisión, sino que fue a partir de los ocho o nueve años de edad, a través de un enorme aparato de radio, de marca Telefunken, que unos vecinos, a quienes considerábamos como “riquillos”, ponían ese monstruo en la venta de su casa para que todos los vecinos lo escucháramos. Así fue que, a través de la señal de la XEW, “La Voz de América Latina, desde México”, escuchábamos una radionovela que me dejó marcado para siempre “Chucho el Roto”, que, si mal no recuerdo, interpretaba el señor Jesús Arriaga. Ahí estábamos atentos tres o cuatro familias escuchando aquel enorme radio -De pronto, alguien toca a la puerta de su oficina para avisarle que ya están todos listos para llevar a cabo la oración de las doce del día a la Virgen María- “¿Nos hace el favor de acompañarnos a la oración y regresando continuamos con su deliciosa entrevista?” -nos dice en voz baja-
-Al salir de su pequeña oficina, mi compañero fotógrafo Fabian Barrera y este reportero, nos percatamos que en cada uno de los 12 enormes arcos de cantera rosa que sostienen el techo de este bellísimo inmueble, sede de la Diócesis de Texcoco, hay una monja vestida de blanco, preparadas para llevar a cabo, de manera solemne, la oración a la Virgen María, con una duración aproximada de 15 minutos. Al término, el Obispo Mancilla Sánchez, imparte la bendición colectiva y regresamos al interior de su oficina. En un gesto de amabilidad y cortesía, nos ofrece una botella de agua.
-¿En qué nos quedamos? -pregunta-
-En que escuchaba la radionovela “Chuco el Roto” que transmitía en aquellos años la XEW…
-Tiempos gloriosos que Dios nos permite vivir junto a nuestros padres
-¿En que ocupaba su tiempo libre en su natal San Luis Potosí?
-En la pisca del maíz, es algo que estos jóvenes no entienden -lo dice viendo fijamente a mi compañero fotógrafo Fabian Barrera -¡Si padre, sé perfectamente de lo que está hablando, yo también provengo de una familia muy humilde de aquí de Texcoco!!, le responde mi amigo y compañero…
-¿De verdad sabes de todo esto, hijito?
-Sí señor Obispo. Mis padres me enseñaron a piscar el maíz…
-¡Qué bueno, me da mucho gusto!! Asimismo, mis papás, allá en San Luis Potosí, también me enseñaron a limpiar el frijol y a desgranar las mazorcas para llevar el maíz am los molinos y preparar la masa para las tortillas.
-¿Doña Jovita le hacia las tortillas a mano, en un gran comal?
-Sí, pero a quien le salían más sabrosas las tortillas a mano, era a mi abuela. Tiempo después, mi abuela mandaba hacer las tortillas para ayudar a familias más pobres que nosotros. Ella nos decía que ella podía hacerlas para nosotros, pero no en esas cantidades para ayudar a los demás. Había gente que no contaba ni para comer una tortilla, de esa manera era como mi mamá y abuela les ayudaban. También, organizaba a vecinos para que hicieran algo de comer para ellos y regalarles ropa que ya no usaran pero que estuviera en buenas condiciones
-¿Cuál era ese guiso que le preparaban su mamá Jovita como su abuela, que se chupaba los dedos?
-La sopa de fideo con mollejas de pollo. Las quesadillas con queso asadero… Ah, peor un delicioso guiso de carne de res con salsa de tomate y chile de árbol, realmente era delicioso. ¿Pero sabe que era lo más importante y fantástico? ¡Que comíamos unidos en familia!! Todos reunidos en la mesa, primero, le servían de comer a mi abuelo quien encabezaba la oración de gracias, pero mi abuelo, jamás probaba su comida sin antes decirle a mi mamá, la siguiente frase: “Jovita, endúlzame mi plato, probando un poco de ello” Era su nuera consentida. Era un hermoso y fino piropo. Esas cosas ya no se ven en ningún lado, con lo que demostraba ser un señorón con sobrada categoría y donaire.
-Lo que de chico bien se aprende, jamás se olvida…
-¡Exacto!!, es algo que me dejó marcado para siempre. Asimismo, cuando murieron mis abuelos, para esto, creo que yo tendría como 14 o 15 años de edad, mi mamá era muy especial para guardar la comida a mi papá que estaba trabajando. En medio de la mesa, colocaba la cazuela de la comida, nos reunía a todos alrededor y exclamaba: “A ver, con el cuchillo, vamos a dividir la porción más sabrosa para su papá que está trabajando, y lo demás, nos lo comemos aquí contentos”
-¿Por qué se han perdido esos valores y ya no se inculca ese lugar de honor para los papás?
-Bien dice el segundo mandamiento de la Ley de Dios: “Honrarás a tus padres” A lo largo de mi apostolado, en ninguna parte en donde he estado, he visto ese tipo de detalles de unión y respeto familiar. Le agradezco mucho que usted, siendo un destacado entrevistador, me permita compartir este mensaje con sus amables lectores, que, por cierto, tiene muchísimos que siguen sus interesantes entrevistas. Tengo la certeza que, con una o dos familias que escuchen y lean este mensaje, puedan incluirlo en su vida cotidiana, de ahí, surgirán bendiciones para todos y recuperar esa lamentable pérdida de valores.
-¿A qué obedece la pérdida de fe entre los mexicanos y desde las más altas esferas del poder del país, se incita al divisionismo, al encono social y estar como perros y gatos?
-Qué interesante pregunta me plantea, quiero decirle que el mundo mismo siempre ha estado lejos de las sabias enseñanzas… “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo”, y eso, es estar en contra de Dios, ya no se diga en contra de Cristo, su amado hijo.
-¿Nos hemos convertido en una moderna Sodoma y Gomorra con la adoración a falsos profetas y Mesías, que en lugar de promover la unión social se empeñan en destruír a quien sea?
-Tristemente, México se ha convertido en una moderna Sodoma y Gomorra, en donde no se respeta absolutamente nada y el hombre, afanosamente, busca su propio infierno. Pero ello se debe a que nos hemos alejado y hemos perdido mucho la fe y nos olvidamos de agradecerle a Dios por un nuevo día de vida.
-¿Gloria a Dios en el cielo y en la Tierra paz?
-¡En efecto!! Tú le das gloria a Dios, piensas en Dios y Dios piensa en ti, te ayuda a hacer tu vida de buena manera para ti y los tuyos. Si no glorificamos a Dios, mucho menos, podremos glorificar a las personas. Nos tenemos que dar un tiempo para valorar a las personas y hacer que saquen esa gloria de Dios que llevan adentro.
-¿Dios está dentro de cada uno de nosotros?
-¡Por supuesto que sí!! Dios está dentro de nuestro ser y alma.
-¿Dios perdona a los asesinos, criminales, ladrones y secuestradores? ¿Por qué tanta violencia todos los días en nuestro querido México?
-¡Ya basta de tanta violencia!! Con todo respeto, le pido a las autoridades de los niveles de gobierno, ya sean municipales, estatales y federales, que hagan su tarea. Que implementen una impartición de justicia real, con leyes más severas…¡Por favor, no le dejen todo a Dios!! Hagan bien su tarea.
-Continuará-