La semana pasada hicimos un extenso balance del gobierno lopezobradorista en materia de combate a la pobreza, finanzas públicas, inversión extranjera, crecimiento económico, empleo, educación, salud, turismo, energía, vivienda, combate a la corrupción, austeridad republicana y por supuesto sus obras emblemáticas.
Para esta segunda parte dejé solo tres temas, los más complicados y polémicos: seguridad, justicia y política interior. En cuanto a seguridad, el presidente se jactó de que creó la Guardia Nacional la cual ya cuenta con más de 135 mil elementos, asimismo que la SEDENA y la Marina asumieron el control de 50 aduanas del país, entre muchas otras cosas.
Aseguró que gracias a ello los homicidios dolosos se redujeron un 18%, el robo un 29.5% y el secuestro un 77%; bueno, hasta la percepción en materia de inseguridad bajó un 15.5%.
Todo eso puede ser cierto, pero también lo es que en reiteradas ocasiones dijo que “sin seguridad no habría cuarta transformación” y a escasos cinco días de que concluya su gobierno el país está muy lejos de haber transitado hacia la paz, al contrario, el número de personas desaparecidas se duplicó y hoy amplias regiones del país están totalmente controladas por los grupos de la delincuencia organizada. Los abrazos definitivamente no funcionaron.
Por si fuera poco, al pasar la Guardia Nacional a la SEDENA dejará a la Secretaría de Seguridad y a su próximo titular Omar García Harfuch, sin un solo policía que le permita hacer su trabajo.
En cuanto a justicia, López Obrador pudo haber trascendido como el presidente que impulsó el nuevo sistema de justicia laboral y el nuevo sistema de justicia civil y familiar, pero no, prefirió trascender como el presidente que se encaprichó en que las y los jueces sean electos por voto popular con un mínimo de requisitos, con el costo y los riesgos que ello implicará. Es evidente que el propósito de esta reforma no fue para mejorar la impartición de justicia, sino para hacerse del control político del Poder Judicial.
Y en lo político que podemos decir, la división y la confrontación permanente con todo mundo fue su sello distintivo, esta estrategia le funcionó bastante bien en lo electoral, puros carros completos; pero desgraciadamente no hubo avance democrático, al contrario, la regresión al viejo sistema presidencialista es innegable.
A pesar de todo, el INEGI reportó que entre 2017 y 2023 la confianza social en el gobierno se incrementó en 132%; y de acuerdo con la OCDE, en materia de confianza de la sociedad ocupamos el tercer lugar entre todos los países que integran esa organización.
AMLO se va convencido que sentó las bases de la transformación que necesitaba el país, que demostró que se puede gobernar sin aceptar recetas o modelos impuestos por organismos financieros internacionales, que avanzamos en la revolución de las consciencias y que se consolidó la nueva política que él mismo denominó “Humanismo Mexicano”.
Dice el proverbio popular que “cada quien habla de la feria según le fue en ella”, pues a Zacatecas no le fue bien, en su balance sexenal no hubo una sola mención a nuestro Estado, ni una sola obra digna de presumir, ni modo, ya vendrán tiempos mejores.