XXXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B
“Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos”
Marcos 12,38-44
Por la larga experiencia de la humanidad sabemos que las apariencias engañan, las tradiciones pueden pervertirse y la visión de la vida puede torcerse. Así se forman los prejuicios que corrompen la verdad, dificultan las relaciones humanas y enferman la convivencia social.
Hace quince días fue Bartimeo quien tuvo a su favor el oído agudo de Jesús. Hoy es esta mujer viuda -sin nombre- quien tuvo la dicha de la mirada compasiva de Jesús. La fe de Bartimeo le hace ponerse de pie y entrar en el camino de Jesús; su vida da un giro completo, pasa de la oscuridad a la luz. La fe de la viuda acontece en otra circunstancia. Ella no habla, hace su buena obra sin estridencias, confiada totalmente en Dios. Su fe detona el milagro: las moneditas que ha dado se convierten en un tesoro de valor incalculable. No hay duda que las apariencias engañan.
El texto proclamado tiene dos partes bien diferenciadas: la primera es una dura crítica a la actitud de los hipócritas que tuercen sus intenciones. La segunda es la alabanza que Jesús hace a nuestra viuda por su entrega total. El gesto de la viuda evoca al mismo Jesús que se hizo pobre para que todos tengamos vida en abundancia.
Lo que Jesús critica es un estilo de vida en el que la persona se hace centro de sí misma y todos (y todo) deben girar a su alrededor. Existen personas -de cualquier condición social- que buscan reflectores, aplausos, se sienten imprescindibles, viven de las apariencias. En cambio, Jesús elogia la limosna de una viuda que entrega “todo lo que tenía para vivir”. Se hace pobre voluntariamente para que otros tengan vida; no importa que sean unas cuantas monedas. Da y, al dar, se entrega totalmente; no se guarda nada para sí. Esto es lo que no pasa desapercibido para Jesús.
¡Qué lección para nosotros buscadores de ‘otros’ tesoros para consumo propio! ¡Qué lección para quienes se dejan llevar por las apariencias de la mentira fácil y el engaño estratégico! Es lo opuesto a la forma de ser y actuar de la viuda… Aprendamos de ella que la felicidad está en darse y ‘dar todo lo que tenemos para vivir’. Aprendamos de la mirada de Jesús que es capaz de traspasar los corazones donde se ‘tejen’ las intenciones de lo que hacemos o dejamos de hacer.
Aprendamos de las lecciones de la historia y de las luchas de los pueblos: si el liberalismo económico es atroz y mata a los pobres, el permisivismo político ideológico mata conciencias… Las consecuencias están a la vista: corrupción, impunidad, pobrezas, violencias, polarización, deshumanización. La salud del tejido social, los derechos comunitarios, un sano ambiente humano… tendrán que esperar mejores tiempos.
Gracias, viuda, por darnos el tesoro no devaluado de tu testimonio. Nos animas a vivir entregando la vida en el trajín silencioso de cada día. Nos da esperanza que nada pasa desapercibido para Dios.