Por: Arturo Nahle García
El 8 de septiembre de 1546 Cristóbal de Oñate, Juan de Tolosa, Diego de Ibarra y Baltazar Temiño de Bañuelos, fundaron la ciudad de Zacatecas; 21 años después, en 1567, se construyó el Convento de San Francisco, de ahí partió Juan de Oñate, hijo del Cristóbal, a fundar Santa Fe en Nuevo México, de hecho de ahí partieron las primeras expediciones evangelizadoras y colonizadoras hacia el norte de México y sur de Estados Unidos.
El 7 de diciembre de 1648 el templo se incendió, se tuvieron que reconstruir las bóvedas y el frontispicio. Ya en el siglo XIX, al entrar en vigor las Leyes de majestuoso edificio de cantera quedó en total abandono, aunque el templo siguió en uso hasta 1924, año en que se derrumbaron las bóvedas.
En 1966, a iniciativa de Don Federico Sescosse, se inició el rescate y restauración del inmueble, hasta que en 1990 abrió sus puertas como Museo “Rafael Coronel”. El museo es uno de los más ricos y hermosos de México, alberga la mayor colección de máscaras mexicanas de todas las épocas y estilos, también una parte de la colorida colección de títeres de Rosete Aranda del siglo XIX, una gran gama de ollas y utensilios prehispánicos, y un extenso grupo de figurillas de
terracota de la época colonial.
Hay una sala en honor de su esposa Ruth Rivera, ahí se exhiben bosquejos elaborados por su padre, Diego Rivera, para el Museo Anahuacalli. También está el bosquejo del mural que Diego hizo para el Rockefeller Center, en Nueva York.
Destaca además el estudio del autorretrato de “Diego Niño” para el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. Pero en lo que fue la sacristía, el maestro Coronel dejó dos cuadros monumentales, hermosísimos, de seis metros de largo por dos de altura: “El Tastuán y la Niña de Jeréz” y “La Mortaja”. “El Tastuán y la Niña de Jeréz” es una puerta al mundo de lo ritual, lo místico y lo ancestral, es una de las obras de mayor trascendencia de la pintura mexicana contemporánea.
Una de las interpretaciones que ha tenido mayor aceptación tiene que ver con el tema de la migración hacia Estados Unidos y la problemática a la que se enfrentan miles de trabajadores que se van a buscar mejores condiciones
de vida y no lo consiguen.
Rafael Coronel puso en escena una sociedad resquebrajada, convencido de que el progreso del país debería tener una estrecha relación con las artes. “La Mortaja”, en cambio, es el lúgubre funeral de San Francisco, envuelto en su humilde hábito, descalzo, casi levitando, rodeado de otros frailes, justos y pecadores, antes de ser llevado al sepulcro. Que mejor lugar para esa imponente pintura que el antiguo Convento de San Francisco de su natal Zacatecas. Pocos
saben que en la parte trasera tiene una dedicatoria a Don Federico Sescosse. Pues esta semana fui al museo, fui a conocer la sala nueva que abrió Juan Coronel Rivera, hijo del maestro.
De inmediato me di cuenta que no estaba “La Mortaja” ¿dónde está el cuadro? pregunté al Director y al Curador ¿Quién se lo
llevó? La respuesta fue “el dueño Arturo, se lo llevó el dueño” !
Tengo en mi poder un testimonio de la escritura 16,005 de fecha 29 de mayo del año 2002 pasada ante la fe del Notario Público número 9 de Zacatecas, Daniel Infante López, que contiene el contrato de donación que celebró como donante el
maestro Rafael Coronel Arroyo y como donatario el Gobierno de Zacatecas representado por el Gobernador Ricardo Monreal Ávila y el Secretario General de Gobierno Arturo Nahle García.
Ese día mi inolvidable amigo donó al pueblo de Zacatecas las colecciones que se exhiben en el museo, y en la cuarta declaración excluyó expresamente otras obras de arte porque con anterioridad nos las había donado. “La Mortaja” es invaluable y tiene dueño, es el pueblo de Zacatecas, espero que nuestras autoridades ya estén haciendo algo para recuperarla, para revertir de inmediato este furtivo despojo al museo.