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MITOS Y REALIDADES DEL FOBAPROA

 

Por: Arturo Nahle García

La actividad central de los bancos es aparentemente muy simple, captan los
ahorros del público y ese dinero se lo prestan a otros. A los ahorradores les pagan un interés por sus depósitos y a los deudores les cobran otro obviamente más alto.

Sin embargo a lo largo de los años las actividades de los bancos se han
sofisticado, por ejemplo hoy les resultan muy lucrativas las tarjetas de crédito, cuando el tarjetahabiente usa su tarjeta el banco le está haciendo un préstamo a corto plazo, el banco le paga de inmediato al establecimiento y a los pocos días se lo cobra al tarjetahabiente; nomás que el banco le cobra al establecimiento –no al tarjetahabiente- una comisión de entre el 3 y el 5 por ciento del monto de cada operación.
Actualmente casi toda la actividad empresarial, del sector público y de los
desarrolladores inmobiliarios, se hace con financiamiento bancario. También hoy los bancos son muy rigurosos para aceptar depósitos, han limitado el efectivo por el tema del lavado de dinero; y para el otorgamiento de créditos, revisan los ingresos del solicitante, sus antecedentes, sus bienes, se le exigen garantías, avales, etcétera.

Esto no siempre fue así, la regulación y supervisión bancaria se incrementó
después de las crisis económicas que sufrió México el siglo pasado, sobre todo la de 1994. Imaginemos que un día todos los ahorradores le exigen a su banco que les devuelva sus depósitos, esto no sería posible porque el dinero no está en un baúl o debajo de un colchón, está colocado en millones de préstamos que se están pagando gradualmente.

O imaginemos que un día todos los deudores de un banco dejan de pagar sus créditos hipotecarios, automotrices o refaccionarios, esto dejaría al banco sin la posibilidad de pagarle intereses a los ahorradores o incluso de devolverles sus ahorros.
Esto pasó no hace mucho con las famosas Cajas Populares, la gente llevaba ahí su dinero porque ofrecían intereses más altos, sí, nomás que para poder pagar esos altos intereses, otorgaban créditos también con tasas elevadísimas, y lo peor es que los créditos se otorgaban a personas sin capacidad de pago.

 

Cuando los deudores dejaron de pagar a las Cajas, decenas de miles de ahorradores perdieron su patrimonio.
Pues algo parecido sucedió en México en 1994, por muy diversas razones hubo una fuerte devaluación, una impresionante fuga de capitales, las tasas de interés se fueron a las nubes, las personas y empresas que tenían deudas en dólares se les duplicó su adeudo, el Banco de México prácticamente se quedó sin reservas, la quiebra de los bancos era inminente.
La crisis fue de tal magnitud que rebotó en todo el continente, se le denominó “Efecto Tequila”; el Gobierno de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional tuvieron que entrarle al quite.
Ernesto Zedillo tenía escasos 28 días de haber tomado posesión como presidente, culpó de lo sucedido a su antecesor Carlos Salinas, y Salinas culpó a Zedillo por el error de anticiparle la devaluación a los empresarios.
Pero echar culpas al pasado no resolvía el problema, había que rescatar el
sistema bancario y con ello a los millones de usuarios. Así nació el Fobaproa, el gobierno se hizo responsable de infinidad de deudas en ese momento impagables y millones de mexicanos se salvaron de perder su patrimonio. Desgraciadamente no faltaron los que abusaron del fondo, pero fueron los menos.

Y el Fobaproa no fue suficiente, hubo necesidad de tomar otras medidas muy duras como el aumento del IVA que le generó el desprecio social
fundamentalmente a Salinas y al PRI, el pueblo le cobró la factura en las urnas. Pero hay que decirlo, en menos de dos años Zedillo estabilizó al país y crecimos.

Esta tragedia económica, política y social ocurrió hace tres décadas, la mayoría de los mexicanos de hoy no habían nacido o eran niños, ¿por qué 30 años después vuelve a estar en la agenda política?

La razón hasta un ciego la puede ver, Zedillo decidió salir del sepulcro político para criticar las políticas de López Obrador -fundamentalmente la reforma judicial-, y la presidenta Sheinbaum le revivió, entre otras cosas, el endeudamiento de 1994 que hasta la fecha seguimos pagando; sí, pero también seguimos pagando la deuda de Fox, de Calderón, de Peña Nieto y no se diga de López Obrador.

La deuda que dejó Zedillo en el 2000 equivalía al 30% del PIB, hoy equivale a casi el 60% del PIB, lo doble. Ojalá que nuestra presidenta vea para adelante y no olvide que su responsabilidad es defender a México, no a su antecesor.

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