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El Estado que calla a las víctimas

El calvario de las madres buscadoras no es menor. Ante la ausencia de hijas e hijos desaparecidos, salen a buscar a sus seres queridos en fosas clandestinas, terrenos baldíos, desiertos y todos esos lugares que les conduce la fe, la esperanza y la inquebrantable lucha por la verdad.

A finales de agosto fuimos testigos de un hecho que lastimó a nuestra sociedad, el cuerpo de la madre buscadora Aida Karina Juárez Jacobo, quien pertenecía al colectivo Siguiendo tu Rastro con Amor Zacatecas, fue encontrado en el estado de San Luis Potosí. Posteriormente, en un suceso contradictorio, el pasado 8 de septiembre, mientras el gobernador David Monreal Ávila rendía su informe de gobierno, exaltando cifras y resultados, el Colectivo Sangre de mi Sangre, buscaba hacerse visible con tejidos rojos colgados en un puente peatonal, símbolo de la sangre derramada por miles de desaparecidos. Se manifestaba pacíficamente. La respuesta que recibieron no fue diálogo ni escucha, sino represión.

Personal de la Fuerza de Reacción Inmediata de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado y de la Policía Vial Preventiva desató una serie de agresiones e insultos que mostraron el rostro autoritario de un Estado. Ante este nuevo hecho lamentable, es urgente que la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Zacatecas, inicien a la brevedad una investigación rápida, imparcial y transparente respecto los actos autoritarios. Y nuevamente, los elementos de seguridad involucrados deben apegarse en todo momento a los protocolos de actuación con perspectiva de género en el uso de la fuerza y el respeto a los derechos humanos para evitar la violencia.

Somos un país de más de 120 mil personas desaparecidas según cifras oficiales. Zacatecas se tiene un registro cercano a las 4 mil. La desaparición se ha convertido en herida colectiva. Las madres buscadoras son faro de humanidad, son defensoras de derechos humanos, investigadoras y guardianas de la memoria. Ayudarlas y protegerlas es el primer paso para sanar como nación.

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