Los desastres naturales no se pueden evitar pero si prevenir; gracias a los
sismógrafos y satélites hoy podemos saber con cierta anticipación cuándo y dónde
habrá tormentas, ciclones, huracanes, terremotos, tsunamis, erupciones o
heladas; incluso sequías prolongadas e incendios forestales.
Ya sabemos en qué épocas del año suelen ocurrir estos fenómenos y que lugares
son más propensos a ser afectados; sin embargo las autoridades,
fundamentalmente municipales, siguen permitiendo asentamientos humanos y
construcciones en zonas de alto riesgo, en los márgenes de ríos y arroyos o en
barrancas y laderas propensas a desgajarse.
Y cuando llega el temporal pasa lo que hoy estamos volviendo a ver, pueblos y
ciudades en medio del desastre, con muertos y heridos, casas y negocios
inundados o destruidos, patrimonios perdidos, servicios públicos suspendidos y
gobiernos rebasados ante el caos generado por la madre naturaleza.
Como olvidar cuando en 1988 “Gilberto” arrasó con Yucatán y Cancún; o cuando
“Paulina” en 1977 devastó Acapulco; o cuando en el 2005 “Wilma” golpeó la
Riviera Maya; o cuando en el 2013 “Ingrid” y “Manuel” nos pegaron prácticamente
de manera simultánea; o cuando en el 2015 “Patricia” azotó durísimo la costa de
Jalisco; o más recientemente, en el 2023, los tremendos estragos que “Otis” le
generó al sufrido Acapulco.
Y ni para que hablar de los terremotos de 1985 y 2017 en la Ciudad de México, el
de 1995 en Colima o el de Oaxaca en 1999.
Cuando sobrevienen estas tragedias no son las áreas de Protección Civil las que
nos sacan del atolladero, ni siquiera los bomberos, son el Ejército y la Marina los
que con el Plan DN-III apoyan a las autoridades locales a buscar y rescatar
personas, a evacuar comunidades en riesgo, a administrar los albergues, a hacer
recomendaciones a la población y a proporcionar seguridad y vigilancia a las
áreas afectadas.
Luego viene lo más tardado y costoso, la distribución de apoyos a damnificados y
la reconstrucción de viviendas e infraestructura.
Pues ahora le tocó a Veracruz, a Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro;
las intensas lluvias desbordaron presas y ríos dejando innumerables pérdidas
humanas y materiales.
La Presidenta de la República, las y los gobernadores, de inmediato se plantaron
en las zonas afectadas para coordinar los esfuerzos institucionales que casi
siempre suelen tardíos o insuficientes; pero lo que ahora si fue muy vasto y
puntual fue el golpeteo político, los opositores a la 4T cuestionando la
desaparición del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN). Y es que en
el 2021 López Obrador tomó esa decisión con el argumento de que el fideicomiso
se había utilizado para jugosos actos de corrupción.
El FONDEN lo implementó Zedillo en 1996 pero comenzó sus operaciones
formales hasta 1999; para que se activara el Fondo los Estados tenían que pedirle
a la Secretaría de Gobernación que publicara una declaratoria de emergencia o
desastre, la asignación de recursos se hacía bajo estrictos controles respaldados
en convenios y reglas generales previamente establecidas, el sistema era
extremadamente burocrático.
Pues ahora los apoyos para emergencias naturales provienen de partidas
presupuestales directas, eliminando la figura del fideicomiso. El gobierno federal
determina la asignación de recursos para cada desastre en función de
las necesidades y el presupuesto existente; sin embargo el nuevo modelo conserva
la obligatoriedad de declarar formalmente la emergencia.
También se ha cuestionado a las y los gobernadores porque dejaron de contratar
seguros privados para este tipo de contingencias, en síntesis, el golpeteo no se ha
dejado esperar, todos quieren lucrar políticamente con la tragedia, hasta los
grupos de la delincuencia organizada que ya andan repartiendo despensas en los
municipios que controlan.
Yo creo que mucho ayuda el que no estorba, limitarse a culpar a los adversarios
políticos de que no avisaron oportunamente a la población, que indebidamente
abrieron las compuertas de una presa, que no desazolvaron los ríos y no sé
cuántas mentiras más, lo único que genera es desinformación y más polarización
en momentos en que lo que se requiere es unidad y auténtica solidaridad nacional.