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UN MES ATÍPICO

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

“El que no está contra nosotros, está a nuestro favor… Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela”. Marcos 9, 38-43,45.47-48

Estamos viviendo situaciones atípicas al terminar el mes de la patria. Cambios constitucionales, pensamientos encontrados, deseos, miedos, inicios, gritos… madrugadas y ‘mañaneras’, han sido parte del mes que termina. ¿Han aportado algo al presente del futuro? ¿Qué futuro? Los acontecimientos provocados y sucedidos me hacen pensar que el tiempo es igual que el agua: fluye, se va, ya no vuelve a ser el/lo mismo… Si el agua deja la humedad que hará que las semillas germinen y fructifiquen, ¿qué nos queda de lo acontecido en este mes?

Cuando un evento es significativo por su profundidad y trascendencia. hablamos de acontecimiento; éste deja huella en el fluir de la historia. No es determinante, ciertamente; queda el espacio y el tiempo de la persona, de su libertad, su creatividad, sus valores y aspiraciones. Podemos decir que el tiempo pone su marco y la persona trabaja y busca ir más allá de lo que sucede. Así construye y contribuye al desarrollo de la comunidad de la que forma parte. ¿A qué podemos aspirar? ¿En qué terminará todo esto?

Hoy Jesús, como en domingos anteriores, alude a situaciones y comportamientos que pueden contribuir a edificar o a destruir personas y comunidades: la exclusión, el escándalo, la generosidad. “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”, es la tentación del rechazo, la intolerancia, del sentirse superiores a los demás… “Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría…” delata la maldad profunda de quien abusa y pisotea a los débiles… “Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua…”, expresa que los gestos de generosidad nunca son insignificantes.

Aceptar la invitación a ver más allá del propio pellejo, superar la tentación de la soberbia y del provecho egoísta es fundamental en la construcción de una comunidad. Combatir el mal, trabajar por la justicia, ser generosos, no ser ocasión de escándalo… deben ser tarea diaria del discípulo de Cristo. La tentación de creer que tenemos la exclusiva en el ‘uso’ del nombre de Jesús y la posibilidad de que el escándalo destruya los lazos fraternos que tejen la vida comunitaria son realidades que tenemos que atender.

Para superar la tentación es necesario activar la disponibilidad, la solidaridad y la responsabilidad social. Hacer alianzas para trabajar en proyectos comunes con personas que piensan diferente y el sumo respeto a los pequeños deben ser distintivos de quien trabaja por el Reino de Dios. Hacer el bien es un evangelio universal que nos puede hermanar con todos. La consumación de nuestras libertades tiene aquí su punto de llegada y de partida.

Esperamos que, al término de este mes atípico, tengamos el ánimo de unir intenciones y esfuerzos en la construcción de un tejido social más sano, pacífico, libre, solidario, justo, alegre…

San Miguel, san Gabriel, san Rafael, arcángeles de Dios, rueguen por nosotros.

Con mi bendición y afecto.