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IGLESIA SINODAL EN SALIDA MISIONERA

“El Hijo del hombre ha venido a dar la vida por la redención de todos”

Marcos 10, 35-45

El mes de octubre es pródigo en acontecimientos y celebraciones de Iglesia y de la Iglesia. Por una parte, es el mes en que se lleva a cabo, cada cuatro años, el Sínodo de Obispos. En esta ocasión continúa el discernimiento de la necesaria y urgente sinodalidad. La Iglesia se detiene a orar para discernir sobre su forma de ser y estar en la misión ante los nuevos desafíos que emergen en este cambio de época. ‘Caminar juntos y unidos’ es estilo de ser y de trabajar, guiados por el Espíritu Santo. Encontrar, escuchar y discernir son los verbos a conjugar en todas las fases y momentos del Sínodo. Al terminar este mes esperamos muchos frutos que abonen la misión.

Por otra parte, en el penúltimo domingo del mes, la Iglesia celebra el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND). El lema para este año es: “Vayan e inviten a todos al banquete”. Este banquete es una imagen de la salvación en el Reino de Dios. La intención es obvia: aceptar la invitación y el llamado a la misión. Esto implica salir de una fe cómoda -simples espectadores- al compromiso de ser humildes servidores del Evangelio.

El mensaje de Jesús que escucha la Iglesia en esta jornada nos da la pauta para ser una Iglesia sinodal y en salida misionera: “El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor… y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”. El servicio a los demás respeta la dignidad de cada persona y contribuye a construir fraternidad. La propuesta de Jesús le apuesta al servicio como forma de ser de sus discípulos y de la comunidad en cualquier circunstancia.

Ante los grandes desafíos que tiene la Iglesia en su misión, debe dejar a un lado la tentación de ‘empoderarse’, de querer

imponerse por cualquier medio… No al proselitismo, nos repite el Papa Francisco… No se trata de buscar una nueva expansión, ni de entender la misión como la salvación de almas desencarnadas. Su vocación de servicio le invita a ser presencia transparente y humilde de la compasión de Jesús entre todas las culturas y naciones. Una Iglesia servidora y samaritana es misión irrenunciable, si quiere ser fiel a su Señor en tiempos no tan favorables.

El mes de octubre nos sigue ofreciendo la oportunidad de profundizar en/para ser Iglesia en misión permanente. Esto será realizable sólo si nos dejamos iluminar y guiar por el Espíritu Santo (el de Pentecostés), nos encontramos a nosotros mismos y escuchamos a los demás, discernimos la voluntad de Dios, servimos como el Señor nos ha servido y entregamos la vida cada día. Todo esto requiere que seamos bautizados humildes y alegres, convencidos y comprometidos, siempre en ‘modo sinodal’ y en salida misionera permanente.

Sigamos orando y trabajando, colaborando y testimoniando la alegría del Evangelio.

Con pasión misionera, bendigo sus ires y venires.