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IDENTIFICA TU HERIDA Y APRENDE A VIVIR SIN MIEDO

Yucel Cuevas

Cuando tienes una herida sin sanar, hasta la pluma de un ave sobre tu piel te volverá a lastimar…  

Cuando nos sentimos vulnerables tendemos a percibir amenazas donde no las hay, malinterpretando las acciones de los demás, nos confundimos y actuamos anteponiendo nuestro ego herido.
El ego es la máscara que, aparentemente, nos mantiene a salvo de los demás. Estamos tan asustados de que nos vuelvan a lastimar que antes de que eso suceda damos el primer golpe.

Y cada quien golpea como puede, hay personas que se mantienen alejados de quienes aman, lo sé, suena ilógico y tonto pero incluso al amor se le llega a temer. Las heridas no entienden de razones. Quienes actúan así, creen que al estar lejos se mantienen a salvo. Otros utilizan el poder para no dejarse caer, se muestran fuertes, fríos, calculadores y tan seguros, que cualquiera creería que realmente tienen todo bajo control. Pobres, son los más temerosos.

La herida original, por llamarla de alguna forma, la podrás encontrar en tu pasado. La realidad es que a todos nos han herido, de alguna forma o de otra la vida nos golpea; esto es lo más natural. Sin embargo, no todas las heridas las vivimos igual y he aquí lo importante. El dolor que queda se debe a la forma en la que tú viviste esa herida.

Imagina que eras aún muy niño cuando, por equis razón, te sentiste abandonado. Tal vez tu madre murió, llegó tu primer hermano, todos trabajaban muchísimo, o una enfermedad te distanció de tu familia; imagina la historia que quieras. Seguramente en aquel momento no contabas con la madurez o el razonamiento para comprender lo que sucedía, lo cual resulta bastante comprensible y natural. Eras muy pequeño, y más allá de entender los motivos y ser empático con la situación, solo quedó la herida del abandono.

Ahora temes al rechazo, te aterra la soledad y prefieres salir huyendo antes de que el otro te abandone. Aquí está la trampa: te sentirás muy herido aun sin que en realidad el otro te esté abandonando. ¿Cómo puedes manejar tu herida? Trabaja en el miedo a la soledad, intenta ver de cerca las barreras que te impiden el contacto físico o emocional con el otro, esfuérzate por ver la realidad, ya no eres ese niño solo y vulnerable, seguramente hoy cuentas con otros recursos, que lejos del miedo o el enojo, te podrán mantener seguro y a salvo. Date la oportunidad de ver más allá del rechazo, a veces no nos quieren como nos gustaría o como lo hemos soñado, pero eso no significa que no nos quieran; simplemente lo hacen diferente, y eso también puede ser bonito y está bien. Lo más importante es que no seas tú mismo quien ahora se abandone. 

Otra herida común es la de la traición, tal vez cuando eras pequeño te prometieron algo que nunca cumplieron, o tuviste que hacer mucho para lograr “ser merecedor” del amor de tus padres. A veces los adultos no dimensionan el poder de sus palabras o el dolor que pueden causar a un niño sus acciones; creen que justamente por ser niños no recordaremos lo ocurrido. Este es un gran error, pues es justamente al ser niños cuando más propensos somos al trato que nos dan los demás, imagínate qué tanto, que a partir de la relación con nuestros papás nos configuramos y de cierta forma nos predisponemos para las relaciones que tendremos al ser adultos.

Si tu herida fue la traición, muy probablemente has tenido que usar una gran máscara de fortaleza y control. Quien vive con esta herida cree que de esta forma los otros no le van a fallar o a engañar. Sin embargo, quien vive así sufre constantemente con el recuerdo -sea consciente de él o no- de la vieja herida. Para superarlo se debe trabajar en la confianza, paciencia y tolerancia; sabiendo siempre que lo que haga el otro depende y es responsabilidad también de él, y no solo de lo que yo soy o haga. Pues a final de cuentas, todo lo que sucede en una relación de pareja es responsabilidad de ambos.

Estas son dos de las heridas más comunes a las cuales nos podemos enfrentar aún en nuestra vida adulta. Si logras identificarte con alguna, revisa cómo va tu relación con las personas que amas y son importantes para ti. Puede ser que te sorprendas, descubriendo en esta descripción tus miedos e inseguridades. De ser así, ya sabes que esto puede sanar. Una herida puede estar abierta por mucho tiempo, molestando y doliendo casi igual que la primera vez. Si no la has sabido cuidar, tal vez ahora ya es una costra; pero igual seguirá doliendo.

Todos tenemos un pasado y aunque a veces luchemos por dejarlo detrás nos persigue y marca el presente. Ese pasado ya no se puede cambiar, pero sí lo puedes reconfigurar y percibir distinto, aprendiendo así a vivir mejor con aquello que te tocó vivir. Es así como sana una herida, atendiéndola.