Jimena Black
Originalmente el arte estaba concebido más para la divinidad que para el humano, pero a medida que se aleja el arte del mundo ritual, aumenta la exhibición del arte como producto. Durante la guerra no se realizaron muchas películas, por motivos económicos evidentes, aunque en el periodo entre guerras se utilizó el cine por primera vez como arma de propaganda.
Acompañar un texto con imágenes aporta una atracción visual que no se consigue por ningún otro medio, el cine planteó un nuevo problema y una nueva visión: el arte estaba cambiando. Visto desde el punto de vista marxista, el problema que el cine generaba está basado en la exclusividad, la originalidad, la copia del arte y el arte masificado a una escala poco vista en épocas anteriores. Según Marx, la cultura occidental es una farsa que se construye sobre un falso concepto de cambio, por lo cual (según su teoría) tanto para espectadores como para creadores, el cine adquirió popularidad de la noche a la mañana, pues sacia la necesidad de cambiar la perspectiva desde la que se construye el pensamiento colectivo.
Podemos ver el problema de la producción en masa del arte como un problema político, o más bien, el problema es que la reproducción técnica de un arte la convierte en algo más fácil de ser propaganda política. Visto por el lado opuesto, la masificación de las artes la vuelve algo que se puede considerar como democrático. Aunque al cumplir la función de ofrecerse a las masas indiscriminadamente y sin cumplir estándares de calidad impuestos por el artista (o la élite del arte) se aleja del concepto de lo que “debería ser el arte”.
Según Walter Benjamin, en un ensayo escrito a mediados de los 30’s, a partir de la llegada del cine, el arte puede clasificarse en dos grupos: arte áurico y arte masificado. El arte debe poseer autenticidad, cuantas más copias se produzcan se atrofia el aura de la obra, por lo que dejamos de saber cuál es la original. (Un ejemplo muy extremo de esto es una película pirata que haya sido copiada en la mayor calidad posible). Según Benjamin, y según la teoría fundamental de las artes, una de las cualidades del arte debe ser la irrepetibilidad, por ello considera el cine como el agente más peligroso/poderoso que lleva la masificación a un nivel que desprestigia el arte como experiencia estética única.
El revuelo del “arte por el arte” tomó fuerza cuando la fotografía se volvió popular, debido a que fue el primer medio de producción revolucionario cuya calidad evolucionó rápida y constantemente; para los puristas del arte, la fotografía no podía considerarse un arte real ya que tiene una función social y contenido objetual, la fotografía propició que el arte se exhibiera y venda como producto, por lo que el cine es, de acuerdo a esto, producción en masa para vender.
Otras corrientes vanguardistas como el dadaísmo (objetos de inutilidad contemplativa) buscaban lo que el cine consigue: destruir el aura de las creaciones. El cine rompe con la capacidad de contemplación pues la imagen es móvil y veloz, no se puede admirar un solo cuadro y meditar al respecto, el movimiento es constante, apenas ves un fotograma que ya está siento sucedido por el siguiente.
¿El cine mientras más masivo sea más calidad tendrá? Después de todo se trata de dar un espectáculo que no requiere esfuerzo mientras se proyecta (sino antes de), se convierte en algo fácil de disipar entre las personas, es el arte con mayor facilidad de distribución legal e ilegalmente. El cine pone al espectador en un lugar elevando, haciéndolo sentir como experto pues tiene que admirar la obra y valorarla “me gustó/no me gustó”. Son pocos quienes realmente piensan en el trasfondo de las imágenes que están sucediendo en la pantalla.
Hay quienes consideran el cine como algo fascista y algo que crea una ilusión de falsa expresión y de cambio, se puede crear algo para trasmitir una idea, una idea de revolución o de desigualdad, se trasmite y las masas la consumen, pero en realidad no hacen valer sus derechos. Las masas tienen derecho a exigir cambio pero el fascismo procura que se expresen sin que haya cambio real; por ello se considera el cine como el arte políticamente más útil, cuando vemos el cambio en la pantalla creemos que puede pasar o que ya ha sucedido, aunque la realidad sea otra: la humanidad se vuelve el espectáculo de sí misma.
En la dialéctica de la ilustración se habla del cine como un arte y una industrial que se debe rechazar; se considera al espectador como el consumidor ciego de un producto que lo lleva a la confusión y lo hace creer en lo que es idílico, como si la realidad fuera idéntica a lo que se proyecta en la pantalla. Los autores de esta teoría ven el como un arma para dominar a las masas: si no somos capaces de distinguir entre realidad y ficción, la ficción que se nos presente será lo que asimilaremos como la verdad.
El problema real que se presenta al hablar de la reproducción en masa de los distintos tipos de arte está muy alejado del miedo al control, pues esto supone una discriminación y preferencia elitista; si se produce el arte sólo para los “elegidos”, alejamos a las masas de la posibilidad de acceder a este lado de la cultura. Actualmente, como en los años 30s, somos cada vez más quienes buscamos acercar el arte al público, revolucionar (por fin) el mundo del arte, romper el esquema del arte para la élite, de llevar contenido real y verídico a los ojos de todos; el problema actual con el arte para las masas es que sólo se masifica lo más “comercial”, lo que genera mayor espectáculo y mayor ganancia, lo que “debemos” considerar arte se rige por las doctrinas políticas.
Se debería buscar masificar aquellas obras que aporten algo real y tangible a la sociedad, estamos tan alienados que consideramos la guerra como el mayor espectáculo estético y vemos nuestra destrucción con buenos ojos como algo consumible.
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