De los líderes sindicales

Mucho se habla de la corrupción de los funcionarios públicos y de los políticos en nuestro sufrido México. Cáncer que se ha extendido a todas las áreas de la sociedad, pero hay un sector muy especial que se ha dejado de lado: los sindicatos. Cuando yo era pequeño, (tengo fotografías desfilando un Primero de Mayo, Día del Trabajo, a la edad de cuatro años) recuerdo cómo mi padre orgullosamente participaba en el Sindicato de Tranviarios de México, que después cambió a Transportes Eléctricos del D.F. Época romántica del sindicalismo y de izquierda, fundamentalmente.

Años más tarde, siendo yo apenas un adolescente, con que satisfacción me presentó al entonces Secretario General del Sindicato Mexicano de Electricistas, del que no recuerdo su nombre. ¿Qué tanto ha cambiado el sindicalismo, creado justamente para la defensa de los derechos de los trabajadores? Habría qué investigar, pero lo que si han cambiado son sus líderes, aferrados al poder y al dinero.

Al poder, siendo los abastecedores de votos en las elecciones y controlando las inquietudes de sus agremiados, a cambio de prerrogativas. Recordemos a Fidel Velásquez eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), por décadas y a sus sucesores Leonardo Rodríguez Alcaine y Joaquín Gamboa Pascoe. Y qué decir de Elba Esther Gordillo, líder del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE).

Después de treinta años se encuentra Carlos Romero Deschamps, en su eterna silla del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Recuerden a Napoleón Gómez Urrutia del sindicato de mineros, o a Martín Esparza Flores del de electricistas, o a Víctor Flores Morales de los ferrocarrileros, o a Joel Ayala de trabajadores al servicio del estado o a Hernández Juárez de Telefonistas, en fin, a tantos y tantos más.

El sistema seguirá siendo corrupto si no se barren todos los escalones de la escalera; barrer y trapear toda la casa. El sindicalismo es necesario para proteger a los trabajadores, pero no digan que los líderes son un mal necesario, al menos como los que he mencionado renglones arriba.

Sindicalismo: Sí; líderes sindicales: Sí, pero honestos, honrados y luchadores por su gente. De otra manera, las cosas seguirán igual de corruptas. ¿Quién será el que le ponga el cascabel al gato?

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