ESPECTADOR POR: Raúl Calderón
Nicolás Maquiavelo
Nació en Florencia, 3 de mayo de 1469 y falleció en la misma ciudad el 21 de junio de 1527, fue un diplomático, funcionario, filósofo político y escritor italiano, considerado padre de la Ciencia Política moderna. Fue así mismo una figura relevante del Renacimiento.
Hijo de Bernardo Macchiavello, un abogado perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia, y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y de orígenes nobiliarios, pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre.
Siendo muy joven alternaba la política con los estudios académicos, en especial de los clásicos, ya que dominaba el griego y el latín, por su buen desempeño en 1498, a la edad de veintinueve años, se le otorgó el importante puesto de canciller de la república Florentina y durante esta gestión, que duró varios años, se le dio la comisión de algunas embajadas importantes, labor que realizó con gran éxito, por lo que su carrera iba en ascenso.
Una de las obras más controvertidas en la historia de la humanidad, El Príncipe, Inicia: “Todos los Estados” todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados” de las repúblicas habla en los discursos, del principado en el Príncipe.
Durante la época de las exitosas campañas del duque valentino César Borgia, se gestó El Príncipe, personaje que influye en la vida y obra de Maquiavelo, porque representaba un impulso extraordinario, puesto que César era hijo del Papa Alejandro VI y en su momento había que creer en que la fuerza y riqueza del Vaticano junto con la poderosa familia Borgia, llegaría a pesar sobre toda Italia. Pero Alejandro VI, muere repentinamente en 1503 y su hijo César, debilitado políticamente tuvo que abandonar el poder, dejando libre el camino para la familia Medici. Así que Maquiavelo dedicó su principal obra a Lorenzo de Medici y no a César Borgia.
Quienes buscan ganar el favor de un príncipe suelen presentarse ante él con algo suyo que tienen en alta estima y consideran agradable, por eso vemos con frecuencia que le son ofrecidos caballos, armas, piedras preciosas y otros adornos dignos de su grandeza. Yo he deseado, ofrecer a vuestra magnificencia un testimonio de mi devoción y no he hallado, entre las cosas que me son preciadas, algo más valioso que sea más estimable que el conocimiento de los actos de los grandes hombres que yo he venido aprendiendo en la experiencia de las cosas modernas y de lectura de las antiguas, todo lo cual he meditado con diligencia y ahora se recoge en un pequeño volumen que me es grato enviar a vuestra presencia a mi justo entender. Esa obra no es digna de serle presentada, no obstante tengo confianza en que habrá de ser aceptada como expresión de vuestra benevolencia, puesto que yo no puedo ofreceros algo mejor que la gracia de exponer en breve tiempo, todo cuanto yo, en tantos años de incomodidades y peligros, he conocido y asimilado.
Los principados pueden ser hereditarios o nuevos. A Maquiavelo le interesan los nuevos, los cuales pueden adquirirse por la virtud o por las circunstancias, las armas propias o las ajenas. Hay dos maneras de combatir: con las leyes y con la fuerza. La primera es propia del hombre y la segunda de la bestia, pero cuando la primera no basta hay que recurrir a la segunda. Para conocer la naturaleza de los pueblos hay que ser Príncipe, y para entender a los príncipes hay que ser pueblo.
Casi todos los estudiosos de Maquiavelo señalan que la principal innovación de éste, y lo que constituye la esencia de su método. Fue divorciar la política de la ética, esto posibilitó el estudio más científico del fenómeno político también delineó con claridad el campo de la política, la lucha por el poder.
Está claro que lo que lo que trata de analizar, en sus estudios es: no al “hombre”, sino al hombre político. En el hombre relacionado con los fenómenos políticos, es decir en su lucha por el poder, en cómo funciona el hombre políticamente, no en la relación con su familia, ni con Dios. Reconoce que hay dos tipos de hombres políticos: el tipo dominante y el tipo dominado. Al primer tipo incluye a aquellos que en cualquier momento ocupan posiciones de liderazgo en la sociedad y los que aspiran a ocuparlas; y al segundo tipo pertenecen aquellos que no aspiran a ser líderes y/o no son capaces de liderazgo.
Ha sido objeto de más variadas interpretaciones que van desde considerar a su autor como el más malévolo y pérfido de los escritores hasta querer ver en su obra un alegato por la libertad. El adjetivo maquiavélico, como el sustantivo maquiavelismo aparece en la literatura universal y perdura desde entonces. La humanidad se ha escandalizado de lo dicho por este autor y, a la vez ha leído ávidamente su obra.
El siglo XVII continúa con la idea de que lo Maquiavélico es sinónimo de perfidia, crimen y traición. A pesar de que Maquiavelo encuentra dos defensores de peso: Bacon y Spinoza. La frase de Bacon es célebre: “debemos mucho a Maquiavelo y a otros escritores de esta clase los cuales manifiestan o describen claramente y sin ficción lo que los hombres hacen y no lo que debieran hacer”. Spinoza consideró a Maquiavelo un partidario de la libertad. En el siglo XVIII empieza a cambiar la imagen de nuestro autor aunque todavía aparece el anti-Maquiavelo de Federico II de Prusia con prefacio de Voltaire donde se califica a Maquiavelo con los más duros adjetivos. En el siglo XIX viene una imagen totalmente contraria. Hegel dice que la obra de Maquiavelo no sólo está justificada “sino que aparece como la verdadera concepción, elevada y magnifica, de un auténtico genio político, del más grande y más noble de los espíritus”.
Seguramente El Príncipe ha dado lugar a más investigaciones y estudios que cualquier otro libro de filosofía política. Su atractivo es enorme y en gran medida debido a la separación que pretende entre política y moral. Como ya vimos, es un lugar común sostener que con él nace la ciencia política. Era necesario examinarlo con cuidado y responsabilidad. Sólo así y entendiendo el significado del Renacimiento podremos darle su justo lugar en la historia de las ideas políticas y en nuestra vida.
Otros personajes fueron estudiados por Maquiavelo. Por ejemplo, retrató a Fernando II de Aragón como el hombre que conseguía grandes conquistas bajo el manto protector de la religión, pero que en realidad desconocía los principios de la piedad, la fe, la humanidad y la integridad; sin embargo, para Maquiavelo, poco hubiese alcanzado Fernando de Aragón si alguna vez se hubiese dejado influir por dichos principios.
Murió en su ciudad natal el 22 de junio 1527 a causa de una peritonitis aguda a los 58 años de edad. Olvidado e ignorado por sus contemporáneos, su legado tuvo más éxito en siglos posteriores que en la época en la que vivió, donde la fría y poco religiosa forma de presentar el gobierno del Estado causó gran escándalo. Siempre defendió la colectividad frente a la individualidad y nunca olvidó la cruenta y única verdad sobre la política y los gobernantes.
Hoy Maquiavelo regresa a las pláticas políticas debido a la intervención de Carlos Salinas de Gortari, con invitados de otros países, donde le avisa a Andrés Manuel cómo va a enfrentarse a una disyuntiva: fracasar o refundar, como si AMLO, no supiera las dificultades de todo cuanto está haciendo. La coincidencia con Diego Valadés reside en el fondo. Este habla de la soledad como riesgo: aquel de la derrota como posibilidad frente a la cual se debe estar preparado.
¿Estaría el mensaje cifrado de Salinas a Andrés Manuel?: “La República está ante un gran riesgo, el de renacer o el de desaparecer” y “quien se prepara para gobernar tiene que prepararse para el golpe inesperado”.
Esto nos recuerda la Carta de Maquiavelo al historiador florentino Francesco Guicciardin, en mayo de 1521, donde Maquiavelo afirma no sin ironía que «desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla». Amigo lector Fórmese Ud. Su propia opinión.