Aún no es tiempo de campañas electorales, o apenas empiezan, pero recién acabo de ver una manta muy grande que anuncia la “llegada de López Obrador a Tequisquiapan, Querétaro”. Siendo un iluso (por tratarme bien), me pregunto: ¿Cómo es posible que las leyes electorales de México permitan que un individuo, conocido como eterno vividor del erario público, se mantenga en continua campaña para ser Presidente de la República durante alrededor de 18 años sin ningún castigo y gastando el dinero de los impuestos del pueblo? ¿Nuestro dinero? Es el colmo del cinismo.
Por otro lado, el periódico Reforma publicó un artículo donde se enumeran los sobornos de Obredecht a más de 18 exfuncionarios de la ¿estatal?, ¿paraestatal?, ¿empresa productiva del Estado? Según el artículo la PGR investiga este hecho de corrupción. Y quienes son los involucrados? Pues 4 subdirectores, dos directores (incluyendo a Emilio Lozoya), dos gerentes y un coordinador, todos ellos del sector político al que he llamado “petroleros sexenales”.
¿Esto es exclusivo de las huestes priistas de Peña Nieto? ¡Claro que no! Ha sucedido, por desgracia, en todas las administraciones, las panistas incluidas. Y ahora la clase política se prepara para la batalla que los lleve a Los Pinos. Es el colmo del cinismo.
Y una más, en la columna Animal Político encontramos otro ejemplo de corrupción (de la cual nunca acabaríamos de escribir). Pemex firmó convenios por 3576 millones de pesos con 39 universidades e institutos, principalmente del sureste de México. ¿El objeto del convenio? Simple: ayudar. Lo curioso es que surgieron empresas fantasmas para administrar dichos recursos, que ¿qué creen? ¡Se esfumaron! Es el colmo del cinismo.
Aunque sean parte de la corrupción, desde luego con sus excepciones, hasta cuándo, señores de los tres poderes, se va a permitir este escarnio al patrimonio de los mexicanos. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?