A partir del inicio de la actual administración federal con aquello del “Pacto por México”, surgieron un sinnúmero de “reformas” promovidas por el Ejecutivo. Por supuesto que no es ni el tiempo ni el espacio para juzgar si tales reformas han sido de utilidad o no para la ciudadanía, o sea, la microeconomía. Pero lo que sí podemos es hablar, que no analizar, lo que vivimos y sufrimos día a día los habitantes de México.
Se nos dijo que bajarían los precios de la energía eléctrica, se nos aseguró con bombo y platillos que no subirían los precios de la gasolina y del gas. En la mayoría de las entidades los precios del pasaje se han incrementado. El precio de la canasta básica también va en aumento. Las reformas no se han manifestado en el bolsillo de los mexicanos. ¡Mentiras, puras mentiras!
Pero aún hay más. No contentos con lo anterior, el sector empresarial nos da cada año atole con el dedo. Con el pretexto de proteger el aguinaldo y el fondo de ahorro de trabajadores y empleados, nos lavan el cerebro y nos aplican “El buen fin”, que ha demostrado ser la mejor manera de escamotearnos esos ingresos.
Y lo peor es que nos creemos todo lo que nos meten en la cabeza creando necesidades imaginarias para que abarrotemos tiendas y centros comerciales, y nos vemos comprando pantallas y lo último en tecnología y electrónicos, aunque no los necesitemos.
¿Por qué no ahorramos? ¿Por qué no guardamos parte de ese enclenque ingreso para prever situaciones de emergencia? ¿Analizamos nuestras necesidades reales? Requerimos hacer conciencia del desperdicio de dinero que vuelve a las manos de los empresarios so pretexto de que así se motiva la economía del país. Otra vez: ¡Pamplinas!
Hay que comprar, sí, pero con inteligencia. ¿Cuándo le pondremos el cascabel al gato?