Por: Arturo Nahle García
Nuestro país tiene una frontera de más de tres mil kilómetros con los
Estados Unidos de Norteamérica, es una frontera gigantesca por la
que todos los días cruzan más de un millón de personas de manera
documentada en ambas direcciones, así como trescientos mil
vehículos (entre ellos setenta mil camiones de carga).
A lo largo de la línea hay 56 puertos de entrada y tres ríos con los que
compartimos agua. Y es que los cuatro estados fronterizos (California,
Arizona, Nuevo México y Texas) representan la cuarta economía
mundial, por eso y muchas otras razones es la frontera más transitada
del mundo.
Pero también por esta región cruza mucha droga de sur a norte, y
muchas armas de norte a sur. Por si fuera poco, nuestra frontera norte
se ha convertido en la puerta por la que quieren ingresar al
denominado “sueño americano”, cientos de miles de
centroamericanos, cubanos, haitianos, venezolanos, ecuatorianos,
africanos, rusos y ucranianos, entre otros.
Estos hombres, mujeres y niños cruzan nuestro territorio ocultos en
trailers o en “La Bestia”, sorteando cualquier cantidad de calamidades,
como la extorsión de las autoridades policiacas y migratorias y no se
diga de los grupos delincuenciales que tienen controladas las rutas y
gran parte del territorio.
Como olvidar los 58 hombres y las 14 mujeres centroamericanas
ejecutadas por la espalda en San Fernando Tamaulipas en el 2010. Y
que decir de los 39 migrantes asfixiados y quemados el pasado 27 de
marzo en la estación migratoria de Ciudad Juárez.
Si nos alarman las imágenes de los miles de indocumentados
durmiendo en las calles de Nueva York, la situación es mucho más
grave en Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo, Piedras Negras,
Ciudad Acuña, Tecate, Mexicali, San Luis Río Colorado, Nogales,
Agua Prieta, Ojinaga, Tijuana y Ciudad Juárez.
Los albergues y comedores comunitarios están totalmente rebasados,
no hay dinero que alcance para alimentar y atender a todos estos
hermanos que vienen huyendo de la pobreza, la violencia y los malos
gobiernos.
La situación que se vive en la frontera norte se deriva de la porosidad
de nuestra frontera sur, el muro humano que nos impuso Donald
Trump en Chiapas y que está conformado por aproximadamente diez
mil elementos de la Guardia Nacional, ha sido insuficiente para
contener esta ola impresionante de migrantes de todo el mundo.
A la crisis de seguridad y la sequía que azota al país, hay que sumarle
esta crisis humanitaria, es un coctel extremadamente complejo y
peligroso cuya solución no está en México sino en los países de origen
y destino.