Desde tiempo inmemorable, los pueblos siempre han estado en guerra. Algunas veces por motivos religiosos, otros por el poder económico y otras …por lo que sea. Ya desde tres mil años antes de Cristo, o más, los relatos bíblicos narran las continuas rencillas entre los que querían conquistar y los que no se dejaban; al final, no hay un pleno vencedor.
En la época del oscurantismo y de la edad media, continuaron los grupos belicosos, y aún en el renacimiento, los pueblos europeos fueron los campeones en las guerras religiosas. En el mundo contemporáneo, se pueden recordar la primera y segunda guerras mundiales, recién entrado el siglo XX; en ambas, la lucha por el poder fue el origen evidente.
Y luego vino la guerra de Corea, la de Vietnam y la guerra fría. Pero el medio oriente no descansa, Israel, Irán, Paquistán, Afganistán y otros, mantienen en tensión al mundo “civilizado” y, para completar el cuadro, el aguerrido y belicoso Trump con todos tiene que ver.
¿Y qué dijeron, México está a salvo? ¡Pues no! Aunque no en contiendas extraterritoriales, México se encuentra en pie de lucha: primero La Conquista; La Independencia; La Reforma; La Revolución; Los Cristeros, y ahora, el gobierno federal contra el crimen organizado, utilizando a las inútiles policías y a las fuerzas armadas del Estado; las autodefensas contra los narcotraficantes; comunidades que linchan a supuestos o reales criminales y claro, ahora se desemboca en una lucha frontal de grupos de choque contra las fuerzas del orden, cuando éstas pretenden en forma por demás plausible, arrestar delincuentes o cuando se requiere quitar los absurdos bloqueos sin ton ni son, que evidentemente tienen tintes políticos o electorales (Ayotzinapa, las reformas energética, educativa y el nuevo aeropuerto).
Y las diversas Comisiones de Derechos Humanos ni pio dicen; ¿cuándo se ven defendiendo a los representantes de la ley y el orden?; ¿dónde están las cabezas de esas instituciones que no salen en su defensa?; ¡todo mundo se queda callado!
En México ya se cayó no sólo en la falta de respeto y la impunidad, sino en la anarquía. ¿Y el pueblo? ¡Bien gracias, permanece mudo! Sólo se acuerda de nuestros soldados y marinos cuando aplican el Plan Marina o el Plan SDN III. Hace falta un Congreso que genere leyes más estrictas ante estos casos. ¿Hasta cuándo injusto México?.
¿Quién será el que le ponga el cascabel al gato?